sábado, 14 de febrero de 2015

...Y CUANDO NOTAS QUE AMANECE



… Y CUANDO NOTAS QUE AMANECE


Bendito mundo,
que nos hace vivir o morir
como a las flores.

Que nos hace reír o llorar
como al arroyo
que a su paso pregunta
¿cómo estás?

Bendito mundo,
lleno de alegrías y sinsabores.
Que nos hace despertar cada mañana,
con su sol y con, también, su paz.

Fue en un otoño,
cuando divisé a lo lejos la tormenta,
que parecía, sola, envolverlo todo,
y que sin aliento me dejó.

No hay día sin sol,
y cuando, de pronto, notas que amanece
y que calienta el sol, entonces piensas:
Bendito mundo, bendita flor, bendito arroyo…
Bendita yo.


ALICANTE 10/02/2015

Mª Jesús Ortega Torres

sábado, 7 de febrero de 2015

RECUERDO AL POETA JOSÉ ANTONIO SUÁREZ



       

 RECUERDO AL POETA JOSÉ ANTONIO SUÁREZ

          El ahora pasado día seis de Febrero, se han cumplido dos años desde que nos dejó el poeta y amigo JOSÉ ANTONIO SUÁREZ GARCÍA, y como hicimos el pasado año desde este Blog, queremos manifestar nuestro sentimiento y recuerdo, con uno de sus tiernos sonetos dedicados a  su perro “Chito”, y recordar el bello prologo que le dedicó el también poeta GERARDO DIEGO. 
El recuerdo hace inmortal al hombre. El recuerdo hace inmortal al poeta.


PRÓLOGO, POR GERARDO DIEGO, AL POEMARIO
 “DIOS Y CHITO” DEL POETA ANTONIO VÍCTOR
(JOSÉ  ANTONIO SUÁREZ)

        Tengo un amigo poeta. Y mi amigo tiene un perro. Tiene un perro, lo cual  equivale a decir, en cierto modo, que mi amigo es rico. Su posesión es absoluta y en su esclavo amicísimo encuentra respuesta a sus inquietudes, compañía a sus soledades, obediencia a sus deseos y consuelo a sus penas. No soy demasiado partidario de los perros, aunque de lo que acabo de decir, podría deducirse lo contrario. Los admiro y hasta los quiero, cuando se me hacen confiados, pero jamás he poseído uno. No he sido nunca “amo”. Y, en cambio, he padecido mucho con sus recelos, sus ladridos inarmónicos y asustantes y sus rencores injustificados, cuando yo soy para el perro el desconocido del que por adelantado hay que desconfiar.
        Mi amigo tiene un perro. El perro se llama Chito. No le conozco porque ahora mi amigo, que había nacido cerca de mi tierra, en Asturias, vive lejos a la orilla del Mediterráneo. Antonio Víctor, nombre poético y, supongo que en lo esencial, nombre de pila del poeta, recibió una esmerada educación humanista. Posee el sentido de la forma, de la belleza retórica y de  la concentración en la palabra honda.
        Porque Antonio Víctor vive una  doble vocación: filósofo y poeta. Como en los siglos fundadores del clasicismo griego, cuando los presocráticos y los poetas didácticos, teogónicos y gnómicos, su pensamiento puede expresarse, mejor que en prosa, en los cauces paralelos del verso.
        La filosofía es  una filosofía __ así lo ha bautizado él__ “del anhelo”. Dicho se está su parentesco con la filosofía existencial, pero con un matiz muy personal y libre de todo morbo posromántico. Ahora y después de un primer libro, “Mortal eterno”, ya muy interesante, me sorprende  con el regalo de otro.
        A mí los  sonetos me han causado una intensa emoción, hasta el punto de saltárseme las lágrimas con alguno. Si la poesía ha de ser algo trascendente, su mejor prueba es ésta de la emoción aguda en su lector partícipe.
        La historia del perro desde su súbita aparición hasta la angustia de la ausencia.
        El paisaje  en torno, diurno o nocturno;  la compañía de la esposa, los celos, fantasías y confidencias del can y su dueño, los impenetrables misterios de unos ojos siderales, de un alma incógnita, los presentimientos de eternidad y más allá en el espacio y el tiempo, los fundamentos mismos de la hombría, de la “perrunía” y del ser existencial y esencial van desfilando a lo largo de los sonetos en conmovedora procesión de estampas, meditaciones y efusiones de amor. Libro digno de  un verdadero poeta que exige, por tanto, un lector verdadero, que sepa comulgar con la poesía y abismarse en la cavilación filosófica.

GERARDO  DIEGO

FIDELIDAD

Llena Chito mi vida de ventura,
su eterno afán de hacerme compañía,
su tierna adoración  con alegría,
que no hay entre él y yo mayor altura.

No se postra  ante mí en su desventura,
ni siente en su interior la rebeldía
de una vida angustiosa, triste y fría,
que a mi corazón llena de amargura.

Yo pienso, al verle humilde y resignado
guardando mi jardín junto a la puerta,
en aquél paraíso que he anhelado,

velando en el dintel de pie a otro dueño,
con el alma en la angustia ya despierta,
mientras  llamo en la noche de su sueño.

JOSÉ ANTONIO SUÁREZ

Alicante 07/02/015
Mª Jesús Ortega Torres