A CARMEN NIEVA IN MEMORIAM
(El recuerdo de su día más
feliz, rememorando cuando conoció a su esposo el poeta José Antonio Suárez)
Era un claro día de
primavera
cuando aquella puerta
traspasó
y mi corazón latió, latió,
como latía, también, la primavera.
Le miré y mi pensamiento,
desde ese instante,
fue cómo acercarme. ¡Era
un amor!
Alto, joven, transparente,
con igual luz que el mismo
Sol.
Mi café reposado en la tibia taza,
contemplaba, estático, mi
duelo.
Yo pensaba: ¡No se puede
marchar…!
¡Este no se me escapa!
Está en él mi vida,
también está en él, mi
denuedo…!
Es el hombre al que yo
quisiera amar,
y con un grito sordo en mi
alma herida,
me acerqué a él. Le dije: ¡Hola...!
Me miró y sonrió, en un
momento
en que para él y para mí, empezó
el idilio,
que cuando lo vi entrar, había
augurado.
Duradero, eterno, desde
ese instante
fue mi alma gemela, mi
compañero.
Perpetuos amantes que el
amor unió
y que ni la muerte pudo
separar.
Un milagro fue su primer
beso
milagro también, después,
el final.
TORREVIEJA
31/01/2016
Mª
Jesús Ortega Torres