BREVE SEMBLANZA de FRANCISCO
de QUEVEDO
y
POEMA
En
Francisco Gómez de Quevedo Villegas y Santibáñez Cevallos, tenemos a un
escritor que fue grande entre los grandes ya que, su condición natural de
saber, estuvo acompañada por una sagaz inteligencia, satírica, atrevida, que le
ayudó a ser muy preciso en sus juicios. Nacido en Madrid el día catorce de
Septiembre del año 1580, su muerte aconteció en Villanueva de los Infantes
(Ciudad Real) el día ocho de Septiembre de 1645, —dentro de unos días se cumplirán
372 años de su muerte—. De su poema “Morirás”, sus primeros versos nos dicen:
“Fuera verdad entera si dijeras
has muerto y mueres; lo que pasó lo tiene la muerte, lo que pasa lo va
llevando. Morirás. Desde que nací lo sé, por eso lo espero y no lo temo.
Morirás. No dices bien: di que acabaré de morir y acertarás, pues con la vida
empecé la muerte. Morirás. Me dices lo que sé y callas lo que no sé, que es el
cuándo. Morirás. Con todos hablas y todos te sacarán verdadero y tu vida a ti
propio. Morirás. Si he vivido bien, empezaré a vivir; si mal, empezaré a morir.
Morirás. No me alborotará hacer lo que todos han hecho y lo que todos harán”.
Le
correspondió la misión, como nos contaba el poeta, escritor y guionista,
Antonio Gala en su biográfico episodio de “Paisaje con figuras”, de “levantar acta”, y
hacerla con la realidad: “Ni con optimismo ni con pesimismo”, sino un acta
veraz de lo que acaecía en su tiempo, y por cuya confesión obtuvo, eso sí, un
alivio personal en su desahogo, pero no pocos problemas, en la España confusa y
pendenciera, de un “Siglo de Oro” en cuanto a las Letras y las Artes, pero
época difícil, para la convivencia en
una Corte, en donde una palabra más alta que otra o “equivocada”, podía
llevar a un encierro perpetuo, al destierro, a una puñalada trapera o a la
hoguera.
En
su soledad luchó:
“El que sabe estar
solo, entre las gentes se sabe solo acompañar”.
Conoció
la traición de amigos y servidores, y lo que ganó en pleitos no lo pudo
disfrutar, siendo su sobrino, Pedro Alderete, quien recogió los frutos materiales
de sus desvelos. Sus poemas, muchos de ellos satíricos y adornados con palabras
muy del pueblo, le salían como flechas envenenadas, parecía no querer quedarse
con nada, todo lo que sentía lo expresaba con su gracia natural y sin ni una pizca
de represión. No tuvo suerte en el amor, o quizá sus dudas de perder la
libertad, no dejaron florecer y recrear para sí esa suerte. Su único matrimonio
duró solo tres meses y posiblemente fue ese tiempo el más angustioso de su
vida. No obstante, hay muchos poemas amorosos, dedicados a distintas damas
amadas, y que a pesar de su demostrada
misoginia, dan fe de que estuvo enamorado varias veces, pues vibró el
sentimiento en ellos y la pasión. Nos dice, al respecto del amor, que:
“El amor es fe y no
ciencia”
Al visitar en la pasada primavera, Villanueva
de los Infantes y también La Torre de Juan Abad, en cuyos escenarios, llenos de
historia y belleza medieval, se percibe la figura, el pensamiento y la palabra
de nuestro genuino Quevedo, yo me sentí motivada a conocerle mejor y después de
leer algo más sobre su vida y su obra, me surgió, casi espontáneamente, un
poema, cuya protagonista hace del amor, su fe personal y se aferra a todos los
amores que le van surgiendo. Yo no he querido liberarla del argot tan natural y
habitual, de quien para mí ha sido el motivo de mi inspiración: FRANCISCO DE
QUEVEDO.
Mi poema no es una
“emulación”.
Sencillamente creo que
es: Mi afecto intemporal.
Fuentes
en:
Los
versos de “MORIRÁS” , tomados de la web de danieltuban (wwwdanieltuban.com)
https://es.wikipedia.org/wiki/Paisaje_con_figuras
Ilustraciones de la imagen de FRANCISCO de QUEVEDO y de "La casa de los estudios" en VILLANUEVA de los INFANTES tomadas de Internet
ALICANTE
2/09/17
Mª
Jesús Ortega Torres
SOLO POR DESEO
¡Vacío,
vacío…!
Vacío,
vacío total en la vida, si no la llenamos de sentimientos.
Aunque
se sufra y duela, porque los han
perfumado…,
mejor
dicho, o peor dicho, según apreciemos,
pues:
Se-han-cagado-en-ellos.
Huele, huele a distancia. ¿…Volveremos a
empezar?
Andar
sin sentir. Andar sin amar… Soñar que él me espera.
Sí, sí… Siempre SOÑAR, porque si no hay
SUEÑOS: Sería vegetar.
Marchó,
de mi lado, una noche fría. Ningún tierno abrazo ¡Ninguna alegría!
Su
mirada triste ¡Vacía, vacía! Sus brazos amantes, ya no respondían.
¡Mieeeerrrdddaaaaa…! —Yo grité —:“Este no es mi Juan, que me lo
han cambiao”
Tampoco
mi Pedro ¡Tampoco Tomás! …Entonces, ¿quién es?
…Me puse a pensar:
¿Quién será el
bellaco que no me abrazó? No me dio ¡… Ni un beso!
Y, ¿qué no, le he
hecho yo?
¿No será el Onofre,
el que se escapó? Y así, yo rumiando, sonó el aldabón.
También, sin
pensarlo: ¡Salí en camisón!
Mis rubios cabellos
dorados de sol, rizados de sueños, pedían AMOR.
…Y, en la puerta
estaba ese amor soñado,
siempre susodicho en
mentes sensibles, que, buscando ventura,
buscan otra LUZ.
Con capa de luto,
altiva, atrevida, encontré al galán.
Un sayo portaba.
Arcaico jubón, cuello de “golilla”, y,
calzones largos,
botas abrigadas.
También yo,
escuchaba, del, su corazón
… Porque su palabra,
firme, a él desnudó:
“¿Me permite el
paso?”. Quedo, susurrante, a mí me espetó,
luego, en un
instante, él continuó:
“¡Divina Señora, vengo en pos de AMOR!
Pablos, caminante, al igual que yo,
por unos ducados, aquí me envió.
Me habló de belleza, también de
pasión.
Lujurias henchidas, de gran emoción,
que buscan vivir…: Placer y perdón.
Y aquí me encontráis pidiéndoos AMOR.
Caminante soy ¡…No tengo Señor!
¡Sed Vos mi Señora! …Os ruego el
favor.
Y así, el caminante:
No es otro—SOY YO—.
De triste a contento
tornara la marcha,
y el camino angosto
tornará liviano,
profundo e inmenso,
claro y transparente,
como agua de ríos, de
mares y océanos,
que nutren las
tierras, lavan nuestros cuerpos,
lavan nuestras almas
y os hacen a vos, vuesa mercé: SOÑAR…
Y…: SOÑAR, a nos”.
…Con esa su labia.
Con esa su gracia, mi escala subió
el buen CABALLERO, y,
hablóme de AMOR…
Y, aunque no letrada, me bastó su voz,
porfiados susurros en dulces palabras,
su ardiente mirada y un rayo de luna
—con
su resplandor—,
hicieron la noche, de triste y
callada,
muy alborozada, con risas trabadas,
tan entrelazadas, que no terminaban,
y hacían mudanza en mi corazón.
Ya no digo:
¡Mieeerrddaaaaa!
El hígado rojo yo
vuelvo a tener.
Este nigromante de
buena presencia,
cambíome la olor, que
de pura mierda
a jazmín ufano, solo
por deseo, su beso trocó.
ALICANTE
15/06/2017
Mª
Jesús Ortega Torres