martes, 27 de diciembre de 2016

BUENAS INTENCIONES

¡FELIZ AÑO NUEVO!

BUENAS INTENCIONES
El pino –su copa erguida-, brilla con rayos de sol.
Anclado está con sus piñas y es, y ha sido testigo,
de lo que a diario ocurre. También de lo que pasó.
A su sombra, un caminante limpia y limpia su sudor.
¡Ha de seguir caminando! ¡Le queda para un buen rato!
Descansa. Su viaje no ha terminado, pero está muy agotado.
Piensa, llora, bebe agua. Se levanta…, marcha, ahora alegre.
Las lagrimas que vertió, a nuestro pino han regado,
quedando muy agradecido, al mitigar su calor.
El árbol le ve alejarse… Se queda con su cansancio,
sus temores, con sus miedos. También con sus dulces sueños…
que colgados le dejó, y, sin pensarlo dos veces,
 con esfuerzo “sobrepino”- al que parte…­-
 solo algo renovado, triste, compungido y muy descorazonado
pero siempre soñador…, le devuelve sus anhelos,
para que el camino siga, con alegría y amor.
(Y es que el pino que retrato, tiene grande el corazón).

SANTURDE DE RIOJA 3/09/2016>>>ALICANTE 26/12/2016
Mª Jesús Ortega Torres
Fotografía de "Pino" en SANTURDE DE RIOJA



miércoles, 21 de diciembre de 2016

TIEMPO DE NAVIDAD




TIEMPO DE NAVIDAD

Llorar es muy bueno,
mejor es reír…
Si todos reímos:
¡Un mundo feliz!

Reír por lo bueno:
¡ALEGRÍA y PAZ!
Mundo sin  rencores
¡Mundo sin maldad!

Quisiera habitarlo
¡Mundoooo!
¿Dónde estás?

Espero encontrarte esta NAVIDAD.
Mi candil yo tomo
…Empiezo a buscar
y así el NUEVO AÑO, más FELIZ será.


ALICANTE 20/12/2016

 Mª Jesús  Ortega Torres

jueves, 10 de noviembre de 2016

EN OTOÑO





EN OTOÑO

Hoy nuestro cielo está gris,
ya se fue la Primavera
…La que nuestra sangre altera
por las hormonas, el sol y alegría de vivir.
El Verano, más tranquilo,
también nos dejó otro año, y pasando un nuevo ciclo, nos trajo nueva estación.

El Otoño nos inunda con sus colores:
 Dorados, marrones y anaranjados
y su tiempo no estridente, sin premuras,
no caliente, que nos invita a pensar.

Llega con todos sus dones: Con Albas tras nuevas Lunas,
frutos y amor ¿con fortuna? Algunos sí, otros no.

Sosegado por la calma el mar gris, que mira al cielo,
no necesita luceros, solo su espacio abisal.

Contemplo como las olas van y vienen a la orilla.
No se quedan, siempre vuelven al horizonte lejano.
Le tocan —parece un beso de hermanos—,
mas, luego escapan…De nuevo.
De nuevo: ¡Vuelta a empezar!

Las aves rondando al cielo, repiten sus acrobacias.
Las semillas germinaron, ahora sus frutos las sacian.
En bandadas, llegan, marchan…
Buscando para  su prole: Acomodo,
nueva vida…Nuevas semillas, nuevo hábitat.

Los hombres también se mueven
de uno a otro continente, y lo hace tanta gente
que, orientados cual las aves,
sus nidos y sus retoños, nacen en otros lugares.

Allá donde grano encuentran, aposentan sus hogares y con amor y trabajo, que el tiempo les va marcando,
en este Otoño que empieza y,
en todas las estaciones, él se tiene que afanar,
y los frutos, de la tierra que sembró, ahora recoge, consume y guarda,
para que no falten jamás.


La Primavera pasó, también el Verano ardiente.
El Otoño que ha llegado, nos tramite sus colores,
frutos, frutas y sabores, que tan solo ofrece él,
nos prepararán de nuevo para afrontar un Invierno, que con sus fríos, sus nieves,
 disfrutaremos contentos. Con compañía,
calor del fuego, también  charlas
 y otras muchas…, muchas  gracias,
pues tiene más:
¡Yo lo sé! y solo se aprecian con él.

Tiempo de Otoño nos toca, de recolección y espera.
 En cola habrán aguardando:
Un Invierno y después: la Primavera.

ALICANTE 5/10/2016

Mª Jesús Ortega Torres

viernes, 28 de octubre de 2016

"YO SOY FELIZ"







¡YO SOY FELIZ!
Uno de nosotros. Una de nosotras:
¡Es igual!
Yo soy así, tú eres así, él es así, nosotros…
¿Sigo conjugando?
¡YO SOY FELIZ!
A pesar de ese o aquél. A pesar de mi YO…
¡Hay que intentarlo!

Abro la ventana: ¡Entra el SOL!
Escucho un piar. Aspiro el aroma de una flor
y sueño:
En  la próxima esquina: Me espera mi amor…

Qué más puedo pedir a la vida,
si veo y siento al sol,
escucho a los dulces pajarillos
…Me embriagan los aromas de una flor
y…, además:
“En  la próxima esquina: Me espera mi amor…”

Mas me olvido de una cosa:
¿Me olvido yo, de mi “YO”?
Ese yo, que no se conforma aunque siente,
escucha, huele, ama…
Ese “YO”, magnífico a veces
…Otrora atroz.

“YO”..., que me inunda, me absorbe y
me hace olvidar la música de esos pájaros,
el aroma de aquella flor. Los rayos
que me iluminan y calientan.
Tampoco mis ojos pueden ver, en la esquina, a mi amor…

Una de nosotras. Uno de nosotros
¡Es igual…!

Yo soy así. Tú eres así. Él es así. Nosotras…
¿Sigo conjugando? ¡Qué aburrido!
(No me quiero pasar)
ALICANTE 28/10/2016
Mª Jesús Ortega Torres






sábado, 1 de octubre de 2016

EL CONDUCTOR (Pequeño relato)





EL CONDUCTOR
(Pequeño relato)
      
       El viaje se empezó a realizar como estaba previsto. A  la  llegada puntual, del autobús y a la colocación, en el lugar que le correspondía de nuestro equipaje, comenzó el trayecto hacia casa: Setecientos kilómetros de Norte a Sur, en forma de cuatro, y con tan solo dos paradas para estirar las piernas y reponer fuerzas con algún refrigerio eventual y apetecible.
       Pensé, mientras me colocaba el cinturón de seguridad, que a no ser que utilicemos el rápido y aséptico avión, o el tren, igualmente, con su alta velocidad, no nos acostumbraremos, nunca, a las largas distancias, pues solo por no pasar el martirio que comportan estos viajes de autobús, ya valoramos su necesidad y el placer que podemos obtener de los mismos; de todos modos, yo estaba contento y mi familia también. A la sazón, habíamos cambiado de “aires” y regresábamos todos, algo renovados y con ánimo de seguir las batallas diarias que nos tocara afrontar.
       Los días de asueto, parecen irse en “un periquete”. Alguna  tormenta seca nos evocó el otoño, más que el entrado Agosto en que nos encontrábamos y que nos disponíamos a  disfrutar. Resguardados entre cuatro paredes —ventanas y puertas cerradas—, nos blindábamos a esas tormentas y a su electricidad maléfica, que parecía no querer perdonar a nadie.
       La última tarde de tormenta y última de vacaciones, mi familia recogía, gozosa, las palomitas de maíz que querían invadir nuestra cocina en la casa rural que nos cobijaba. Yo con el eco de los últimos sonidos estruendosos de la tormenta, salí a pasear. Había alcanzado las choperas, cuando, entre los chopos, divisé una sombra que se alejaba a toda prisa. Me acerqué al punto primero en el que la había percibido. A lo lejos se escuchaban los ladridos de varios perros, que, al unísono y sonoramente, parecían reclamar su alimento.
       Miré a  lado y lado y no vi nada extraño. Luego fijé mi vista hacia adelante y tampoco hallé algo nuevo…
       ¿Por qué corría el personaje de los chopos? Habría entrado a las choperas a lastimar a algún chopo con su orín, pensé, y di la vuelta para seguir mi camino, pero enseguida volví sobre mis pasos e inicié el regreso en el sentido contrario del tomado por la sombra. Vi que la tierra, de entre  los chopos, apenas se había mojado con la tormenta seca y no se había formado barro. Caminé unos treinta pasos e intuitivamente, paré y merodeé por los alrededores. El silencio de la tarde y la lenta huída del sol, iban haciendo el lugar algo tenebroso.
       “Por aquí hay un herido o un muerto, huelo a sangre”— pensé para mis adentros—. Deambulé unos metros más, parándome en todos los chopos y prosiguiendo tras examinarlos. Me llamó la atención la visión de un trozo de saco amarillo, de los usados para abono, que sobresalía del lateral de un chopo. Me acerqué cautelosamente y mis ojos se abrieron tanto, que por un instante, pensé que me saltarían de sus órbitas.
       Sí.
Sí, sí…, allí había un joven de unos veinticinco años, tendido en el suelo y cubierto con una bolsa de plástico amarilla. Me quité mi sariana de forro escocés y alejando del joven, ese plástico amarillo que lo cubría, se la puse por encima. Le tomé el pulso y a continuación llamé a la policía.
       Lo contemplé un rato y hasta que llegaron la ambulancia y la policía, estuve junto al joven que estaba muerto. Se lo llevó la ambulancia para hacerle la autopsia.
       Tenía una herida profunda en la región frontal. La policía merodeó en un diámetro de veinte o treinta metros y encontraron una piedra rodada de río, de tamaño mediano, manchada de sangre. La recogieron con unos guantes, aislándola en una bolsa. Otro tanto hicieron con un resto de cigarro puro que hallaron templado.
       Creo que la policía me tuvo a mí, como principal sospechoso, porque a veces, sucede que es el autor del crimen el que lo delata, y lo hace, precisamente, para quitarse de en medio en la lista de sospechosos. Son sus declaraciones, que cambia inconscientemente, las que lo delatan y también su nerviosismo y  profuso sudor, los que le hacen parecer, irreversiblemente, como autor del hecho. Yo, le repetí a la policía, todo lo que había ocurrido, y cuando me “invitaron” a acompañarles a la comisaría más cercana, al dejarme marchar con mi familia, había repetido los hechos cuatro veces.
       Me puse algo “mosca” porque no dejaba de pensar cómo la policía parecía haberla tomado conmigo. Repetir cuatro veces lo mismo, no es que me cansara, pero yo me decía ¿para qué…? ¿Para qué querrán, estos sabuesos, escuchar uno hechos tan simples de nuevo? Estaba todo muy claro: Una tormenta seca espantosa. Mis hijos y mi esposa haciendo palomitas en la cocina de la casa rural…, mi paseo en el bosque de chopos cuando calmó la tormenta. La sombra de alguien, corriendo por esos chopos que siempre, desde que llegamos, me habían fascinado tanto.
        Mi deseo de averiguar si había algún motivo para huir y la exploración posterior,  en sentido contrario… Todo, todo, muy bien detallado, hasta les dije el tiempo que tardé en tomarle el pulso y llamarlos.
       Ellos, los sabuesos, es decir la policía, se enteraron por mí que al día siguiente marchábamos, mi familia y yo de regreso a casa, y me dijeron con una sonrisa, que fuera a ayudar a mi mujer a hacer el equipaje. Pensé cuando iba de regreso, que si la policía sabía tanto, era porque preguntaban sin descanso  y mucho. Pensé, además, que eran unos filósofos frustrados, ya que a todo apostillaban: ¿por qué, por qué…? Rebobinando por el camino, volví a sentir la mirada aguda que me dirigió el Inspector, cuando por cuarta vez yo les decía que le había tomado el pulso y lo había cubierto con mi sariana.
       Sí, la policía del lugar, creo que había podido aprender de memoria, los hechos que yo les había explicado. Todo estaba tan claro como el agua que corría y limitaba las choperas donde yo me había llevado tamaño susto.
       Estaba diciéndole a mis hijos que hablaran un poquito más bajo y no molestasen con los pies a los dos viajeros de delante, cuando el autobús, de momento, paró en seco y subieron dos agentes de la policía. Le dijeron al conductor algo al oído y este se levantó y gritó mi nombre.
       Lo que sigue, salió en la prensa con toda suerte de detalles y la verdad, el razonamiento del señor Inspector, el que me miró con esa mirada penetrante, no podía tener más lógica.
       Yo sabía que cuando una persona por un traumatismo quedaba inconsciente, podía tener un prolapso de la lengua en la faringe que no le permitiría respirar. No ignoraba y sabía cómo reanimarle. También y durante toda mi experiencia profesional, había constatado la urgencia de la llegada de una ambulancia y la importancia de los cuatro primeros minutos de inconsciencia de cualquier persona que pierde el pulso. Yo sabía cómo la resucitación cardio-respiratoria con las técnicas que había aprendido y tantas veces había presenciado, había logrado salvar a tantas personas.
       A las dos horas de marchar de la comisaria, ellos, esos polis sabuesos, ya sabían que Gerardo, el joven al que yo había tirado ese canto rodado, con tanta rabia y mala fe y sobre todo con intención de que fuera lo último que sintiera en su vida, era biznieto de un cacique del lugar que por una venganza personal, había hecho que mis antepasados tuvieran que emigrar, y, mal vendiéndoselo todo a él, tuvieran una vida muy difícil.
       Desde pequeño, yo había escuchado las trágicas historias que habían acaecido a todos los miembros de mi familia y el gran esfuerzo que les supuso a todos ellos sobrevivir. Esto no era una venganza. Era el destino de ese Gerardo que representaba a la cuarta generación desde su bisabuelo y que había podido llegar con tanta facilidad a dónde había querido.
       El Inspector me mostró, en una pequeña bolsita, la arenilla pegada a los guantes que utilicé para coger la piedra. A pesar de haberlos sacudido, quedaron como testigos inapelables. La prueba mayor fue mi falta de ética al no tratar de iniciar la reanimación y llamar con mi móvil al servicio de urgencias nacional, que posiblemente lo hubiera salvado.
       Sí. No tirarle la piedra habría sido lo mejor. Tratar de olvidar, como siempre decía mi abuelo, también habría sido bueno, aunque lo ideal hubiera sido no tener como profesión la de conductor de ambulancias y sin falta de tanta dialéctica vana, haber asistido a ese Gerardo, que tenía derecho a seguir viviendo. Posteriormente me enteré, que el  Inspector, sí,  el que me quería confundir con su mirada, para poder ser Inspector de policía, tuvo que estudiar una Diplomatura y eligió la de Enfermería; si hubiera elegido cualquier otra profesión, quizá, yo no estaría ahora en Picassent.
       Yo me lo sabía todo. Él también.

Castellón de la Plana 5 de Septiembre de 2016
Mª Jesús Ortega Torres
Fotografía de "Bosque de chopos" SANTURDE DE RIOJA 





domingo, 11 de septiembre de 2016

EL CERRO, LA NIEVE Y EL SOL












 EL CERRO, LA NIEVE Y EL SOL

El cerro del San Lorenzo, hoy se ha quedado sin Nieve.
Se la ha llevado el Sol, y muy escondida la tiene.
Miro y remiro: ¡Está gris! ¡Yo quiero la Nieve blanca!
Mas ese truhán llegó, con sus rayos la raptó.
Ella… ¡No sé si lloraba!
El Sol se quería llevar el Pico, pero la Cima, no quiso
y le dio tan solo el Frío.
La Nieve que se llevó el Sol para que no nos quemara,
aún no se derritió.
¡Esperamos aguaceros! 
Esa Nieve nos caerá, envuelta en las Nubes densas
que en el cielo anidarán.
 

SANTURDE DE RIOJA 4/09/2016
Mª Jesús Ortega Torres

martes, 16 de agosto de 2016

CATALINA Y PEDRO (¡Ay qué cosas pasan!)



CATALINA Y PEDRO
(¡Ay qué cosas!)
He encontrado a Catalina, llorando; desesperada,
pues su vecino “de abajo“, amor le juró en su casa.
Llegó por ver si había hecho, el pastel que  le gustaba:
Fina almendra, miel de roble y los huevos que aceptara.

Ella ¡Tremenda sorpresa!, se quedó casi  sin habla…
¡Tantos años de amistad!
¡Tantos años de confianza!
Declarándole su amor, la dejó casi pasmada…

Esperando una respuesta, Pedro  le tomó una mano.
Catalina se echó atrás. ¡Por Dios Pedro!
…Pero, ¿Y Carmen…? ¿Y tus hijos?  Pedro, ¡Por Dios!
 ¡Qué pasada…! Que te haga ella el  pastel…

¡Ay, Catalina querida!
El pastel que tú me des, no me lo hará ella en su vida,
Con que ponte a trabajar, que mientras que tú lo haces,
me despido de mi gente, y yo aquí me voy a mudar.


Catalina está contenta, pero teme de algún modo,
esa afrenta a su vecina, que si se le cruza el cable
se subirá de inmediato, y con la fuerza que tiene,
le va a romper la crisma.

Y llora, llora que llora. No necesita cebolla,
porque su vecina, Carmen, tiene fuerza matutina,
tiene fuerza vespertina, y si quiere, con un dedo:
¡Por la ventana la tira!
¡Ay,  que cosas pasan…!

SANTURDE DE RIOJA 15/08/2016
Mª Jesús Ortega Torres



lunes, 15 de agosto de 2016







EL DÍA DE PALOMA

¡Oh Paloma! “Palomita”, vuela…, vuela que es tu día.
Atraviesa los caminos, ríos, valles. Luego anida.
Eres blanca cual la nieve. Grácil. Toda una belleza.
Con tus alas extendidas, tocas el cielo: Tu hogar.

Llevando “Paz” en tu pico, la esparces: Consideramos....
Tu Paz la  apreciamos siempre, no se nos olvidará
y vemos todos tu afán, en que habite nuestra TIERRA,
esta tierra tan dispar, que unos pocos ambicionan
sin pensar en los demás.

Oh Paloma, “Palomita”, vuela, vuela que es tu día,
y tu nombre corta el aire, recordándonos que existes…
Recordándonos que estás.

SANTURDE DE RIOJA 15/08/2016 
Mª Jesús Ortega Torres
Fotografía de uno de los dibujos de "LA PALOMA" de Pablo Picasso,como símbolo de  la PAZ.



sábado, 13 de agosto de 2016

¡AY..., SI ME INSPIRARA!



¡Ay..., si me inspirara!
    Si me inspirara el amor, quizá soñaría contigo…
Tu destino y mi destino, serían una sola voz.
Si me inspirara el amor, estaría caminando,
descansando, conversando. Junto a ti: mi corazón.

Juntos, tu corazón con el mío, forman una flor hermosa,
parece que ha de ser roja, es el color del AMOR.
Amor que lo llena todo. Amor que todo lo anima
y sin él no te imaginas, ni alegría, ni pasión.

Si me inspirara el amor, me miraría en tus ojos,
que como el cielo de hermosos: claros, transparentes, nítidos
se posarían en mí… Y las miradas fundidas, acercarían a la vida
una palabra nacida que podría ser: FELIZ.

Los llantos y los temores, nuestro sol disiparían,
y tan solo la alegría visitaría este lar.
Risas tuyas. Risas mías. Contento…: Tu alma con mi alma,
y, tu cuerpo con mi cuerpo, cuántas cosas hallarían,
y por ti descubrirías, y por mí descubriría.
¡Ay si me inspirara el amor!
¡Ay..., si me inspirara!
Mª Jesús Ortega Torres
Santurde de Rioja 13/08/2016




viernes, 15 de julio de 2016

SOBRE TIEMPOS,SOLEDADES Y SENTIMIENTOS



SOBRE TIEMPOS, SOLEDADES Y SENTIMIENTOS
 (Hojas de ensayo)


 ELLEN BURSTYN
(1932)
“¡Qué agradable sorpresa es descubrir que,
al fin y al cabo, estar solo no es necesariamente
sentirse solo!”

        A veces se tiene la sensación de llegar tarde a todo: a  las personas, a los sitios, a las cosas. Es una sensación desoladora que no nos gusta que nos acompañe y no quieres que lo haga, pero te acompaña y no puedes evitar esa sensación que no es la misma que la de su antagonista: llegar antes a todo, el hecho en sí o la circunstancia y esperar a que llegue el otro, o se realice lo programado con anterioridad, cuando así lo hacemos. Sí, es muy distinto llegar antes o llegar tarde. Llegar tarde es como llegar a la nada. Es encontrarte el lugar vacío porque no te han esperado: El periódico con noticias que sucedieron y no tienen vuelta atrás. El vaso hecho “añicos”, que ya no valdrá para llenarlo de agua y saciar nuestra sed…
        Si es pasado, si has llegado tarde, el hecho, la persona o cosa, ya nos ha asombrado, ya te ha querido, ya te ha odiado. También existen los estados intermedios o de camino a los definitivos… En tiempo pasado, cuando se ha llegado tarde, los hechos ya se han realizado, o no lo han hecho por la no presencia y sencillamente, si se trata de personas, no nos esperan y se marchan.
        Si están por realizar, si has llegado antes, no porque tú lo intuyas, no porque tú lo digas serán hechos realizados y firmes… No digas que es un hecho real y firme… No. No lo es. Toca esperar. Hay que esperar su tiempo, aunque a veces, si no sucede nada, tan solo se sugiera o se induzca.
        A nadie le suele gustar que le “adivinen” y se anticipen a pensamientos, a sentimientos…, los tenemos que proteger en el antes, en el ahora y en el después. Al sentimiento de la soledad no le valen disfraces si la sientes… Si la quieres, si  la buscas, es que crees estar “pasando de todo”. Un modo, quizá, de ser “libre” y quedarse consigo mismo. Desechas otras cosas, acciones, vivencias. A otras personas o gentes.
        Si sientes la soledad, esta te oprime, te acongoja, nada te consuela…, te sabes traicionada. No crees merecerla.
        Si la quieres, si la buscas…, te sientes liberada, te sientes satisfecha: Todo por la borda, pero te quedas sola: contigo misma.
        Ese yo, te contempla:
¿Qué importa el nombre? ¡Ni siquiera el tuyo!
Tú habitas más profundo, donde no habita nadie.
Te habita y habitas  tu “Yo” sosegado…
Donde no existe el miedo. Donde no existen sombras,
donde no existe el tedio.
Donde siempre amanece. Donde se oye el silencio.
Donde nadie te quiere, donde nadie te odia…
Solo tú, solo tú en la noche callada y al alba con la aurora.
En tardes reposadas: vaivén de mecedora.
Con tu libro en la mano, al que besas y adoras,
cual si fuera el amado que te toma y te deja,
que te deja y te toma.
¡Galipote marino, que impregnó un día tu alma,
y, huyendo de un destino,
sola, estás en tu hábitat!

¿Llegué tarde? ¿Me he adelantado un poco?
        Cosas, en el tintero, quedan para otros días…, y se va pasando el tiempo
…Y, vemos que amanece: ¿Tristeza? ¿Desaliento?
Hoy no vendrá la noche,
y yo, no desespero.

        La soledad es un sentimiento a explorar. También lo son los afectos y con este nombre se pueden englobar amistades, amores, recuerdos de cosas y hechos. También pasiones y aunque, estas últimas sean, por lo general, poco duraderas, las hemos querido o las queremos, si tenemos alguna pasión actualmente.
        En general, damos el nombre de afecto a esa sensación que nos acerca a una persona, por una amistad que ha durado y que venciendo al tiempo, ha enraizado en nosotros de modo voluntario y sin ninguna imposición. El afecto está muy lejos de la indiferencia, pues nuestros corazones se alegran  o entristecen según vamos apreciando si le van bien, a esa persona, sus ilusiones, su familia, su trabajo…, o si sucede lo contrario. El afecto está íntimamente unido a nuestra memoria individual. Guardamos “como oro en paño”, todo  lo que queremos. Si podemos tratamos de abstraer todo lo querido, bien sea lo material o nuestros recuerdos imborrables que se nos han grabado y que nuestra inteligencia emocional y selectiva, va a clasificar y tratando de desechar lo no conveniente, va a dar paso a lo bueno. Así, todo lo que nos ha marcado favorablemente, lo vamos a considerar grato, de digno recuerdo para nosotros. No se desecha el resto, porque pasa a formar parte de nuestra experiencia que se transmitirá  posteriormente a quienes queramos y nos pregunten o lo escribiremos para que no muera o se transforme como el aire inspirado.
        Sin embargo, cuando se llega a la edad crítica de la senectud o se está a punto de atravesar el umbral, se puede comprobar que no siempre algunos afectos nos son necesarios y que no siempre la soledad es tal. Hay ocasiones en las que familiares y amistades se apresuran a ofrecerse para compañía y ofrecernos   para nuestros ocios, las mejores propuestas, y así liberarse de alguna “supuesta culpa”. Quieren demostrarnos que, de algún modo, se nos hace caso. Se sabe por estudios realizados al respecto, que se producen muchas depresiones por esas imposiciones que generan muchos agobios, y al no poder seleccionar, para lo que quieras, tu tiempo libre, hasta que te das cuenta o reaccionas,  te sientes mal.
        Tanto si se es joven, como si se es algo mayor, es importante que nadie pueda disponer de tu tiempo. Si lo quieren hacer, hay que saber poner “sobre el mantel” el propio criterio y decir claramente qué es lo que queremos. Debemos elegir, quienes parece que “ya” no hacemos nada, qué es lo que nos apetece hacer. No se nos puede imponer lo que familiares y amigos quieran, aunque sean para nosotros, muy queridos, allegados y cercanos. El criterio de cada cual, debe prevalecer, y así elegir alguna actividad que no se pudo realizar en nuestro tiempo de actividad laboral, o seguir con la misma actividad aunque con otra orientación,  pero desde luego, considerando que nuestro tiempo es nuestro, del mismo modo que el tiempo de nuestros allegados es solo de ellos.

EDWARD YOUNG
(1683-1765)
“Cada noche morimos y cada mañana
volvemos a nacer: cada día es una vida” 

Citas del “Diccionario de citas” de LUIS SEÑOR
Ilustración: "Relojes blandos" de SALVADOR DALÍ
ALICANTE 13/07/16
Mª Jesús Ortega Torres