Las
olas llegan y llegan.
Traen de lejos sus mensajes
y
en la orilla, ellas, los dejan.
Los
niños están jugando,
y
no los saben leer;
Las
olas versos escriben,
son
versos que están rimando
y
son testigos de amores,
que
ríen y, a veces, sufren.
¡Una ola ha sollozado!
-Fue
testigo de un amor
que
se sintió desgraciado-,
pero
en la arena se pierde
y
allí, nunca más, lloró;
en
esa arena mojada,
por
la ola acongojada,
hacen
castillos los niños,
que
no dejan de jugar.
Gritan
si braman las olas.
Gritan
si son silenciosas;
los
pequeños se divierten
y, en sus flamantes castillos,
quisieran
todos entrar.
¡Es
un juego! Como niños,
nunca
se rompe el encanto.
Si
pasan la galería,
los
sueños son intocables,
solo
se rompe el castillo.
¡Nunca,
sueños anhelantes!
ALICANTE
12/9/2021
María
Jesús Ortega Torres