NAIA
¡Tu-tutua, tutua!
¡Tu-tutua, tutua!
Así respondía NAIA, la vecinita de dos años a
los sones del Piano, que escapaban desde la ventana de un hogar contiguo y
llegaban hasta la Plazuela.
¡Tu-tutua, tutua!
¡Tu-tutua, tutua!
Y movía,
de modo giratorio, sus manecitas y sus pies e improvisaba un baile, que nadie
le había enseñado, pero que ella componía y se obligaba a ejecutar por el
mandato de su genética.
Naia había nacido en Noruega. Su
madre Nathaly era bailarina del “Real Ballet Nacional” y estudiante de
Arquitectura. Erick, su padre, pertenecía al mismo ballet en calidad de primer
bailarín y había terminado Magisterio.
Se conocieron bailando y se gustaron
desde el primer día… Después del amor y por él, Nathaly tuvo que dejar de
bailar, cuando la “cigüeña” le murmuró al oído, que Naia, venía de camino,
porque a las mujeres toca, generalmente, el mayor sacrificio, sobre todo, si se
trata de su MATERNIDAD.
Erick no tuvo que dejar de bailar y
además, durante los meses del embarazo de Nathaly, sacó la oposición como
pedagogo para poder asegurar y sanear la economía familiar.
Por su parte, Nathaly no descuidó
sus ejercicios físicos, para poder seguir teniendo la flexibilidad pertinente al
bailar, cuando naciese la niña y se incorporara a su trabajo.
Habían
pasado dos años desde el nacimiento de
Naia, y sus embelesados padres observaban cómo el aleteo de una Mariposa
fascinaba a la pequeña, que aplaudía y aplaudía, sin descansar, hasta que la
mariposa marchaba a otro lugar, tal era su sensibilidad visual. A su vez su sentido musical hacía que siguiese
cualquier ritmo, ya fuese moderno, clásico o un nimio silbato del tren de
cercanías. Erick y Nathaly, sus padres, descubrían a su pequeña a cada instante
porque algo nuevo y sorprendente tenía cada momento de la vida de Naia, que
absorbía todas las novedades y
descubrimientos extraordinarios que le deparaba su familia y también, su
entorno…
Quiere coger la cola del perrito que
ladra y ladra, para que calle.
Quiere ponerse ese vestido hoy…,
mañana aquél. Los señala y se enoja con su madre, si no la obedece.
Cuando mamá le da un besito a papá,
Naia toca la mano de su madre y le dice: “Ahora me toca a mí”, y entonces le da
a papá otro besito…
A Erick y a Nathaly les encanta la
Música Clásica...
Naia
baila continuamente todo lo que escucha y siente y, como si fuese una pequeña
golondrina o un pequeño gorrión, se mueve agitando sus brazos y sus manos, sin
perder el compás. Sus padres se seguirán admirando sin cesar y día a día, por
este milagro que sabemos se repite de modo ancestral y se funde en una sola palabra.
Palabra
que todo lo puede y en su haber, tan solo le basta atesorar cuatro letras:
La
mágica palabra…:
¡AMOR!
¡AMOR!
SANTURDE DE RIOJA
AGOSTO 2014
Mª Jesús Ortega Torres
(Ilustraciones tomadas de INTERNET)
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