domingo, 1 de septiembre de 2019

NAIA






NAIA
¡Tu-tutua, tutua!
¡Tu-tutua, tutua!
Así respondía NAIA, la vecinita de dos años a los sones del Piano, que escapaban desde la ventana de un hogar contiguo y llegaban hasta la Plazuela.
¡Tu-tutua, tutua!
¡Tu-tutua, tutua!
Y movía, de modo giratorio, sus manecitas y sus pies e improvisaba un baile, que nadie le había enseñado, pero que ella componía y se obligaba a ejecutar por el mandato de su genética.
            Naia había nacido en Noruega. Su madre Nathaly era bailarina del “Real Ballet Nacional” y estudiante de Arquitectura. Erick, su padre, pertenecía al mismo ballet en calidad de primer bailarín y había terminado Magisterio.
            Se conocieron bailando y se gustaron desde el primer día… Después del amor y por él, Nathaly tuvo que dejar de bailar, cuando la “cigüeña” le murmuró al oído, que Naia, venía de camino, porque a las mujeres toca, generalmente, el mayor sacrificio, sobre todo, si se trata de su MATERNIDAD.
            Erick no tuvo que dejar de bailar y además, durante los meses del embarazo de Nathaly, sacó la oposición como pedagogo para poder asegurar y sanear la economía familiar.
            Por su parte, Nathaly no descuidó sus ejercicios físicos, para poder seguir teniendo la flexibilidad pertinente al bailar, cuando naciese la niña y se incorporara a su trabajo.
Habían pasado dos  años desde el nacimiento de Naia, y sus embelesados padres observaban cómo el aleteo de una Mariposa fascinaba a la pequeña, que aplaudía y aplaudía, sin descansar, hasta que la mariposa marchaba a otro lugar, tal era su sensibilidad visual. A su vez  su sentido musical hacía que siguiese cualquier ritmo, ya fuese moderno, clásico o un nimio silbato del tren de cercanías. Erick y Nathaly, sus padres, descubrían a su pequeña a cada instante porque algo nuevo y sorprendente tenía cada momento de la vida de Naia, que absorbía todas  las novedades y descubrimientos extraordinarios que le deparaba su familia y también, su entorno…
            Quiere coger la cola del perrito que ladra y ladra, para que calle.
            Quiere ponerse ese vestido hoy…, mañana aquél. Los señala y se enoja con su madre, si no la obedece.
            Cuando mamá le da un besito a papá, Naia toca la mano de su madre y le dice: “Ahora me toca a mí”, y entonces le da a papá otro besito…
            A Erick y a Nathaly les encanta la Música Clásica...
Naia baila continuamente todo lo que escucha y siente y, como si fuese una pequeña golondrina o un pequeño gorrión, se mueve agitando sus brazos y sus manos, sin perder el compás. Sus padres se seguirán admirando sin cesar y día a día, por este milagro que sabemos se repite de modo ancestral y se funde en una sola palabra.
 Palabra que todo lo puede y en su haber, tan solo le basta atesorar cuatro letras:
 La mágica palabra…:
¡AMOR!

     
SANTURDE DE RIOJA
AGOSTO 2014
Mª Jesús Ortega Torres
(Ilustraciones tomadas de INTERNET)

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