MALOS TRATOS
(Hojas de ensayo)
Maltratar
es actuar con violencia física o psíquica, también es actuar con las dos clases
de violencia a la vez, contra una persona a la que se creé más débil e
indefensa. La persona indefensa, es víctima involuntaria del maltratador, y si persiste el maltrato y sigue a su lado,
es de algún modo culpable, ya que hoy en día, - en España-, llamando al teléfono
habilitado para ello, 900 200 999, se terminan los malos tratos, con la buena voluntad de que así sea y se
decida, que en ese momento se empiece una nueva vida, aunque como es de
suponer, no es tarea fácil. Reconstruir una vida es una labor muy difícil.
El
maltrato puede ser hacia cualquier persona: hombre o mujer, anciano o niño y se
diferencia de la violencia de género porque éste tipo de violencia, es ejercida
a cualquier persona, sobre la base de su sexo o género que impacta, de manera
negativa, a su identidad y bienestar
social. Por el maltrato, se llega a la violencia de género, siendo la
mujer, la más afectada, aunque también hay violencia de género hacia el hombre.
El
maltrato es una forma de mala educación. Una persona educada “sabe estar”,
y en todo momento, sabrá dirigir la
situación sin herir al otro o a la otra y así solucionar las cuestiones,
pero además de una buena educación, entran
otros factores que van a anular la educación.
Desarrollar
cada uno de ellos, por separado de lo que además de una falta de educación, no
digamos de delicadeza, puede llevar a un maltrato, daría lugar a otros temas.
Hesse decía que el ser humano es una cebolla de muchas capas, y es cierto
porque somos muy complejos, dentro de nuestra simplicidad, y cambian las
circunstancias y con ellas todos nosotros lo hacemos.
El
diálogo es un pilar importante en el intento de la reconstrucción de una
pareja, una familia, unos hermanos, unos estudiantes, unos empleados… Con el
diálogo entre las dos partes, solos, o con un mediador, a veces se produce el
efecto deseado y se vuelve a la normalidad, depende, claro, de si la parte
maltratadora, no tiene ya viciado su comportamiento, por problemas de
personalidad, que pueden ser de muy variada índole y que van desde un complejo
que se puede corregir con entrenamientos adecuados, drogas y hasta una
psicopatología que también se puede curar. Lamentablemente, quien es difícil de
curar es la persona que es psicópata, ya que ésta, no tiene conciencia del mal.
Su “ego”, está trastornado, y con unas
obsesiones distorsionadas y continuas, que le impiden ver que está obrando mal, y que
está, con su comportamiento, produciendo
la infelicidad en su entorno y en la sociedad…
Desde
la perspectiva de espectadora, la figura del maltratador, aparece como
“dominante” y la figura de la persona maltratada aparece como “sumisa”. Es una
relación parecida a un sado-masoquismo, pero no lo es, porque, la persona
maltratada, no disfruta con ese poderío maltratador, que la tiene acobardada,
asustada, y como maniatada, porque, sin causa visible, le cuesta moverse para
terminar con la situación agobiante que
no la puede hacer feliz, solo a veces, pasa como en las personas que son
secuestradas, y acusan, también, el “síndrome de Estocolmo”…, los secuestrados
se ponen del lado del secuestrador…, la persona maltratada se pone del lado de
su verdugo. Otras veces se acostumbra.
El
hecho de los maltratos, que va contra la razón, la paz, la familia, la sociedad
y que hace desgraciados a tanta gente y que produce tanta muerte y
desequilibrio, se hereda, porque en las familias en donde ha habido uno de los
progenitores, como maltratador, los hijos o algún hijo, han aprehendido la
actitud de su progenitor o progenitora y sigue el modelo en su propia familia,
en su trabajo, en la sociedad…, y no es
una actitud privativa de las clases
humildes. Las clases sociales más privilegiadas, también los sufren y es la suficiencia quien se pone del lado del
maltrato: “por mí no te falta de nada”, “todo me lo debes a mí”. Esta especie
de maltrato por un exceso de suficiencia, rebaja a la otra persona, y le
hace sentir muy mal.
La
fuerza, es una de las características que distingue al hombre de la mujer, y en
la relación de pareja y de familia, la suele usar desde tiempos arcaicos. Yo
recuerdo en mi infancia aquellas viñetas de trogloditas en las que el varón,
después de haberle asestado un buen garrotazo a la fémina, la arrastraba del
cabello hacia la choza o cueva, eso sí,
con una mano el pelo…, con la otra mano, seguía empuñando el garrote. En la
mujer no es la fuerza lo más característico; sí la ironía y el sarcasmo, el
sacar trapos viejos a relucir, por su memoria sin igual a la que ayuda el
rencor, son sus armas favoritas.
En
el ser humano, el sentido de la posesión está igualmente distribuido en hombres
que en mujeres. Hacer solo “nuestro” al hombre elegido o soñado, es la ilusión de toda mujer, e igualmente pasa con el hombre. Él siente
como suya a la mujer que ha elegido, lo que ocurre es que en muchos hombres se
da la circunstancia de desear a varias mujeres a la vez y su deseo por las
otras es más fuerte que la posesión por
una. Lo que es evidente, es que cuando se acaba el deseo por la que tiene, por
la suya, el varón que no tiene la propiedad o la gracia de la resignación,
puede convertir su hogar en un infierno
y si por circunstancias no se puede dar la separación esa unión es infeliz. En
el menoscabo del deseo, se da mucho el mal trato, tanto en una parte como en
otra de la pareja. Si hay otra persona de más interés, puede venir o el
menosprecio o el disimulo, dos factores
que deterioran la relación de pareja.
La
falta de deseo puede venir de una decepción…, la otra persona, no es como
creíamos, nos ha defraudado…, se va la ilusión. El amor se va.
También la costumbre, el hastío que
produce la monotonía, son factores coadyuvantes que deterioran cualquier
relación, pero no deberían ser causa de maltrato. Tocar el timbre, dar la señal
de alerta, cuando se detecta, es un primer paso, luego viene la solución que
es, o bien un cambio a mejor o bien, seguir como se estaba, con lo que se toman
determinaciones pero no se debe maltratar.
Cuando
el vínculo es muy fuerte o hay un gran enamoramiento por parte de uno de los
dos, el reconocimiento de maltrato se hace difícil, y si es denunciado por
familiares o amigos que presencian esos picos de desdén, menosprecio, o algún
empujón o alguna bofetada en público, siempre sale el maltratado diciendo: “que
no, que tienen otras cosas buenas, que ha sido ‘un pronto’, ya se le pasará el enfado”, “es más bueno que
el pan”.
El
amor nos puede dejar si bajamos nuestro habitual estatus, o nuestra economía
sufre un quebranto. John Clarke dice que: “Cuando la pobreza entra por la
puerta, el amor sale por la ventana”, y aunque no es siempre así, ya que a
veces, esta tragedia, une a la familia y a la pareja, el mal humor de no tener
lo necesario para vivir, de bajar en la escala social y creer sentir el
menosprecio de los demás, hace sentir un menosprecio propio y a continuación el
de la pareja.
El
impulso maltratador desde un complejo, que quiere demostrar al otro o a la otra
su hegemonía y poder, es queriendo o sin
querer, humillante para la parte que recibe esa actitud de altivez, y que
coloca a la parte comparada en situación inferior. También lo vemos en el
ámbito cotidiano, cuando alguien quiere hacer uso de su estatus social o
profesional y espeta: “¿sabe usted con quién está hablando…?
Miles
de páginas se podrían llenar, enumerando complejos, y son muchos de éstos, los que pueden afectar a una relación, a la sociedad y en el medio en que nos
desenvolvemos, y sabemos que, un complejo de inferioridad, también hace daño en
una empresa, cuando quien lo padece, quiere dejar en evidencia a quienes tienen
mayores conocimientos y se revela, haciendo
el trabajo más difícil y protestando por todo.
En
general, todos podemos maltratar a todos, pues si no guardamos el respeto
debido a quien tenemos a nuestro lado o enfrente, le estamos maltratando y
nuestros excesos, que vemos como naturales, pueden ser oprobios, que hacen daño
a los demás; debemos considerar que los excesos de hoy día suelen ser, además
del abuso de poder, los que se producen por las drogas, ya sean las que
requieren un alto poder adquisitivo o como el vino, barato, de tetra-brick,
pues todas, además de crear paraísos artificiales, que hacen que la caída sea
más fuerte, tienen en común, el efecto y el despertar que puede ser con una agresión peligrosa Tanto
las drogas de alto nivel adquisitivo, como las de bajo nivel, han separado a
tantas familias, a tantas parejas y han
hecho tanto daño a cualquier sociedad, que en la sociología, que no es una
ciencia pasiva, los sociólogos estarán estudiando,
donde fallamos todos: quienes no reflexionan y obran sin pensar y quienes
reflexionan un poco y andan con pies de plomo, procurando no salirse de la raya legal, que marca la sociedad civilizada…
Las
estadísticas no engañan, hay muchas más mujeres que mueren en manos de sus
parejas, la violencia de género, casi siempre tiene nombre de mujer. Cuando es
un hombre la víctima, en muchas ocasiones, la mujer, con ayuda de sus propios
hijos, da fin a una dura etapa de malos tratos y violencia, con lo que se puede
sentir el grado de culpa del agresor maltratador.
Si
nos paramos un poco a pensar, no podemos comprender, como nos quedamos con lo
malo, habiendo tanto bueno en la naturaleza y a nuestro alrededor y creemos que
esa desesperación tiene cura, como todo en la vida, aunque no se puede ver nada
bello, con la desesperación, antes bien, el individuo, la persona, lo ve todo
negro y entra en enfados consigo mismo y con los demás… Esta clase de
desesperación, se encuentra en la pareja, en la familia, en los trabajos…, en
la sociedad y aplicar la cura, es cosa
de quienes creemos estar exentos o apercibidos de esa desesperanza. También el
estado debía poner más medios y anticipándose a los hechos, ir por delante, como
hacen los policías, cuando acorralan a sus delincuentes, porque una persona
maltratadora es una persona delincuente.
Documentación: Tertulias personales, R.T.V.E.,
prensa, experiencia profesional.
Cita de John Clarke del calendario “Mirga”
Torrevieja 26/07/2014
Mª Jesús Ortega Torres
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