EMPATÍA
(Hojas
de ensayo)
Esta
palabra, la empatía, es, como tantas otras, una palabra, derivada del griego y
significa “emocionado”, siendo la
capacidad de ponerse en lugar del otro, para poder sentir lo que siente él. Es
un modo de conocerle más, saber qué emoción le embarga y también averiguar sus
razones para reaccionar de una manera y
no de otra.
De
vez en cuando pensamos: ¿hay mucha empatía?, ¿nos preocupamos de los demás
hasta el extremo de ponernos en su lugar para saber sus emociones y sus sentimientos?,
¿nos transformamos en el otro o en la otra, para conocerle por curiosidad, para
paliar sus necesidades o solucionar sus problemas? También nos podemos poner en
el lugar del otro cuando le entregan un
premio o gana un maratón y no se ve problema aparente.
Creo
que en la vida que llevamos, de prisas y stress, y como nota dominante, el
egoísmo natural algo aumentado por la falta de tiempo, son pocas las veces que
nos paramos a pensar en el otro, mirando su ombligo, no el nuestro, que aunque
termine por aburrirnos, nos lo miramos como si se tratara de un espejo en donde
nuestra imagen tratamos que salga
perfecta o al menos favorecida.
El
involucrarnos sin quemarnos, como la mariposa inteligente ante la llama, es muy
difícil; a veces, tenemos tanta curiosidad, que no podemos dejar de implicarnos
demasiado, aunque lo ideal sería no la curiosidad, sino la decisión de sacar a
alguien de su embrollo, siempre que conozcamos el problema, o bien por
experiencia o bien por conocimientos adquiridos con estudios, lo cual nos hace
válidos no para experimentar como si de un conejillo de indias se tratara, sino
para ir directos, aunque sin hacer el problema nuestro, y así alcanzar el
objetivo de ayudar, si fuera el caso.
No es
un juego la empatía, ya que tenemos unas circunstancias distintas, todas las
personas y distintas son las reacciones, los modos de abordarlas y también, las
conclusiones.
Charles
Chaplin, el magnífico actor dijo que: “Todos somos aficionados: en nuestra
corta vida no tenemos tiempo para otra
cosa”. Que esto lo dijera uno de los
mejores actores habidos y por haber, nos da idea de su modestia, pero también
si nos detenemos a meditar, en lo que su carrera de actor, escritor y músico
fue, vemos la entrega de una vida a la sociedad que reía y lloraba con él, por
él y por sus personajes llenos de
realidad y en los que brillaba la
empatía.
Entre
otros, son los científicos, médicos, enfermeras, escritores, maestros,
periodistas, actores…, quienes nos
sorprenden todos los días con su empatía
hacia los demás y su entorno y que con su saber hacer nos comunican, tocando
nuestras fibras y que con su gran poder de comunicación, nos hacen partícipes y
pueden sensibilizarnos.
En la
primera célula social, que es la familia, una educación personalizada y
empática por parte de los padres hacia los hijos, y empática de éstos entre sí, mejoraría la
convivencia desde la cuna hasta la adultez y también a la sociedad.
El
periodista y también, magnífico escritor Manuel Vicent, ha dicho: “El hombre es
una breve aventura química sin sentido”. Me parece muy decepcionante, deprimente
y frío este pensamiento de este articulista que leo con frecuencia, así, sacado
de la hoja de un almanaque y sin el ropaje de su contexto… El ser humano solo,
no puede saber de la bondad del otro, de su inteligencia, de su amor… La empatía no puede caminar sola. El ser
tampoco. Solos no tendríamos la posibilidad de dar, de transmitir todo el
caudal de afectos y de conocimientos, que llevamos dentro, tampoco de recibir.
También lo referente a nuestra parte negativa…
De
alguna manera lo hemos de volcar en
alguien; si nos lo quedásemos solo para nosotros, nos pesaría, y si se tratara
de alguna rencilla, hasta nos ahogaría. Todos necesitamos a los demás, pero pocos
tienen la valentía de expresarlo. El hombre “solo”, puede ser una breve
aventura química sin sentido, pero en la célula familiar y en la sociedad,
puede transmitir y apoyar al otro…, ahí
tendríamos a la empatía.
No
podemos pasar por la vida sin demostrar que, no solo, somos unos millones de
células más o menos coordinadas, que realizan un trabajo llamado función.
Podemos
tener empatía aunque no conozcamos en nuestra propia piel el problema del otro,
o de un grupo de la sociedad. En realidad, todos somos iguales y distintos a la
vez y esta dualidad que acompaña a todos los seres humanos, constituye la
evocación del otro o de nosotros mismos y la empatía nos permite entrar y de
algún modo administrar lo que ocurre al otro lado de nosotros, o bien a una
persona, o bien a nuestro entorno.
Antonio
Muñoz Molina, en su novela de 1994, “El dueño del secreto”, nos hace partícipes
de las desventuras y aventuras de un protagonista, estudiante de dieciocho
años, en un Madrid, que, en plena dictadura franquista, lo recibe sin medios
económicos, y por lo tanto pasando muchas necesidades. Leyendo la novela, tenemos el sentimiento de “¡ay…,
por nadie que pase”!, un sentimiento empático, porque el señor Muñoz Molina,
nos sabe transmitir el clima en Madrid de
los años setenta del franquismo, en donde imperaba la ley del silencio…
O andabas con cuidado o te podía costar
la libertad o la vida y esto nos hace pensar que el poder de unos pocos, podía
más que el sentir de todos, exceptuando a los advenedizos al régimen. También
nos hace pensar en nuestras propias vivencias.
Yo
recuerdo esas tensiones en mi época de estudiante de bachiller, y recuerdo a
alguno de mis maestros, de izquierdas, que no se atrevían a contarnos en clase
la realidad de la situación y abrirnos un poco los ojos…, se jugaban su plaza,
el pan de su familia y no era común que
nos hablaran de política, por miedo a las represalias.
En
nuestro tiempo actual si pensáramos que podríamos ser más felices de lo que
somos, siendo algo más empáticos con la situación de crisis y desespero que se
vive, actuaríamos de modo menos egoísta…, no necesitaríamos quemarnos en la
llama. Acercándonos un poco veríamos su luz, notaríamos su calor, y, sin
cegarnos ni quemarnos, tranquilamente, podríamos adentrarnos en lo que nos
cuesta admitir en general…, el sentimiento de quienes no pueden salir de su
situación y no tienen a nadie para alentarles.
La
empatía es un proceso que comienza cuando nos damos cuenta que nos tenemos que
implicar algo por los demás y si pudiera ser, solucionar cuestiones que no son
nuestras pero que las “adoptamos” debido a que nos hemos sensibilizado y no hemos
olvidado aquel dicho popular que dice: “Hoy por ti, mañana por mí”, en donde la
palabra ayuda se sobreentiende.
Quizás en mi pésimo latín, suenen mejor, pero
significa lo mismo:
“Hodie fio tibi, cras mihi”.
Documentación: Definición en Wikipedia
Pensamientos
de Charles Chaplin y Manuel Vicent, leídos en el calendario “Mirga”.
Referencias a la novela “El dueño del secreto” de Antonio Muñoz Molina.
Torrevieja 13 de Julio de 2014
Mª Jesús Ortega Torres
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