Cuando
era pequeña, entre las palabras que me llamaron mucho la atención, se
encontraba metamorfosis. No era extraño que me pareciera rara, la
etiología de la palabra viene del griego: Meta = alteración y Morfe
= forma, y con nueve años no se sabe griego. En aquél tiempo, recuerdo que nos
tocó estudiar la metamorfosis o cambios de forma, de las mariposas y de las
ranas.
Habían
unos esquemáticos dibujos, en mi sorprendente libro de Ciencias Naturales
que representaban unos huevecillos, que se transformarían, en un breve tiempo
en renacuajos y después de sus tres fases como tales, nos asombraba su
transformación en otras ranas verdositas y viscosas como sus progenitoras.
Las
ranas pertenecen, en su clasificación zoológica, a los anfibios (anuros), a los
urodelos pertenecen los tritones y salamandras. Limpian todos, su
entorno, de insectos, larvas y babosas.
Cuando
escuchamos, refiriéndose a algo o a alguien: “nos ha salido rana”,
sabemos que no ha salido bien alguna empresa o negocio en el que se tenían
ilusiones puestas y si la expresión hace referencia a una persona determinada:
se esperaba otra cosa distinta (mejor), de ella y nos ha desengañado. Sin
embargo, estos animalitos no se defraudan entre sí. Siguen sus instintos y si
comprendiéramos su lenguaje, es posible, que para definir un comportamiento
anómalo o especial en alguna de ellas, y
como justa respuesta a nuestras peyorativas expresiones cotidianas, murmurarían:
“nos ha salido persona”, “nos ha salido humano”.
El
mundo animal es muy complejo y si lo miramos con nuestra perspectiva de personas,
que es lo que somos los seres humanos, lo encontramos misterioso y nos
hacemos cávalas, de cómo se las pueden arreglar todos los llamados seres
irracionales, utilizando solo su instinto, que les hace, para bien de su
supervivencia, ser cautelosos, hábiles, astutos, previsores, discretos,
miméticos… Todo, todo, por tener bien desarrollado en su cerebro, ese algo
natural, ya mencionado, llamado instinto y haber desarrollado también
(nos lo demostró Darwin- 1809/1882-), el modo de modificar sus genes según su medio
o hábitat, que les permitirá y determinará que las distintas especies no se
extingan, pues en esas modificaciones se activa y renueva su instinto de supervivencia, y cuando se
les estudia e investiga (etología), comprobamos cómo cumplen sus
funciones con método y medida, razón esta que les permite seguir
sobreviviendo, seguir existiendo. Tanto las ranas como las mariposas, logran
ser ellas mismas, cuando se transforman, habiendo miles de especies, en
nuestro planeta, con estas peculiaridades.
Las
mariposas también cambian, con sus cuatro fases de transformación (huevo,
oruga o larva, crisálida o pupa y adulto o imago),
hasta lograr llegar a ser esos multicolores lepidópteros, que además de
alegrar nuestro ánimo con su sola visión, polinizan los campos y ayudan a la
naturaleza a que cada año se realice el milagro de la floración. Ellas logran,
en su corto periodo de vida, dejar su huella en el entorno, además de la
esperanza de nuevas generaciones, que aparecerán, como un milagro, con los
primeros rayos de sol primaverales. Todo dependiendo de la gran ley del
instinto. Todo retransmitido puntualmente y modificado por ellas mismas, cuando
les ha sido o le sigue siendo, vital y necesario…
También
el ser humano pasa por diferentes etapas, en su vida, que le hacen cambiar y a
este proceso nuestro lo llamamos: crecimiento. Vemos con una perspectiva
que nos asombra y ayudándonos por la fotografía, nuestro aspecto de niños y
cómo hemos ido evolucionando. Cómo hemos ido creciendo y cómo hemos cambiado
nuestro gesto desinhibido, relajado, muy feliz…, por otro de una aparente
seriedad, circunspecto y en el que se refleja una cierta responsabilidad de
adultos, que, por supuesto, además, muestra nuestra ascendente formación y
capacitación para la vida.
Es
posible que llegue el día en que podamos traducir el lenguaje de los animales,
pero de momento y aunque no sepamos los significados de su croar, bramar, piar,
ladrar, maullar…, lo que percibimos es que con su instinto han sido capaces de
vencer a todos los tiempos, porque, salvo muy raras excepciones, las especies
entre sí se ayudan y ya nacen con el instinto de sobrevivir, sin ninguna
especie de tabú, superstición o designio ¿divino? de condena o premio
celestiales. Creo que, con una conciencia, desde nuestra cuna, de amor
y no de pecado, no habríamos perdido una libertad inherente por
instinto natural, que nos haría mirar nuestro entorno con fe, optimismo,
lealtad, y, nos resultaría de ello, un futuro más armonioso y
solidario.
Mª Jesús Ortega Torres
(Publicado en el diario “La verdad” en el
espacio de Espejo de Alicante ”La voz de Espejo” el día 20/08/2016)
(Ilustraciones toMadas de INTERNET)
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