COSAS
Hoy ha sido un día ilusionante. Quiero pensar
que como me he movido mucho y estoy algo cansada, mi insomnio no me visitará.
He de
llamar a mi vecino y repetirle lo buenas que estaban sus avellanas, no me
quiero olvidar, porque es importante agradecer. Suelo ir demasiado deprisa y es
muy importante ir, a veces, a cámara lenta, porque las prisas nunca vienen bien
y nos olvidamos de nuestros deberes cívicos.
Cuando
hacemos las cosas despacio, disfrutamos de ellas, las sentimos, las notamos, las
vivimos…
Nos cuesta perdonar a los
demás, pero, a pesar de ser muy incrédulo, Cristo perdonó a Tomas Yo estoy
algo aturdida, porque duermo poco y me cuesta concentrarme. Espero que, con
algo de entrenamiento, podré superarme.
Empieza
un nuevo año en oscuro… No, no quiero decir que vaya a ser negro por la crisis…,
aunque Lucía Etxebarría, una intelectual, comprometida con nuestra sociedad,
como lo demuestra en todos sus artículos y libros, en su sección “Simpatía por
el débil”, nos trasmite claramente, que esto no es una crisis, que es una estafa,
explicándonos porqué, el nuestro, es un “tambourine country” o “país de
pandereta”…, son deducciones que compartimos desde hace, a nuestro gusto,
demasiado tiempo, por las evidencias que se perciben, incluso, con los ojos
cerrados.
Prosigo con la tesis de que todos los años
empiezan en oscuro, porque, como siempre,
a las dieciocho horas, ya no hay sol, y seis horas más tarde, nos
alumbra la luz de las estrellas y de algún farol. En el mar, el faro alumbra a los
navegantes, desde las diecisiete o diecisiete treinta. Tanta oscuridad, para
favorecer un ahorro crematístico.
El
viejo año se ha llevado consigo a amigos y familiares…, ¿qué nos deparará el
nuevo año…?, ¿le sobreviviremos?
Al
evocar a algunos amigos, los hay que hicieron el papel y función de familiares.
Al mismo tiempo evoco a familiares que no hicieron función de nada, es decir,
no estuvieron a tu lado cuando los necesitabas, y han pasado por nuestras vidas
como los vecinos del otro lado del pueblo, que raramente te encuentras en el
camino.
Tenía yo quince años cuando
traduje “Laelius De Amicitia”. Escrito por Marco Tulio Cicerón cuarenta y
cuatro años antes de Cristo.
Tuve tres grandes
profesores de griego y latín. El primero fue don Antonio Martínez Duréndez, de
grato recuerdo, en Torrevieja (Alicante), que hablaba y transmitía ambas
lenguas a la perfección. No en vano, según me contaba, ganaba los maratones en
el seminario, que se hacían para la práctica de estas dos lenguas y, con
frecuencia, dejaba fuera de juego a sus compañeros, quedándose solo recitando a
Platón o a César en sus lenguas vernáculas. También las profesoras doña Ana
María Queralt y doña Carmen Huguet, en Barcelona, me supieron transmitir la
belleza de estas lenguas y su importancia en la nuestra, de donde proviene,
incrementando mi interés y curiosidad, sobre todo, por averiguar la etiología y
la etimología de las palabras.
Me queda el recuerdo, de que, entonces, me
parecieron sublimes, a pesar de sus, difíciles, ablativos absolutos, los
pensamientos de Cicerón en su Laelius De Amicitia. Ahora, para mí, apenas es un
referente de la amistad. El tiempo borró su contenido pero no la sensación que
me dejó Cicerón, sobre la amistad, quedando, su esencia, en el poso, que conforma nuestro yo presente,
que cambia, según el alimento intelectual y de vivencias, que le hayamos estado
administrando, que como un abono, permite recoger los frutos más tarde.
Cambia
nuestro yo, por nuestro poso, cambia, por su renovación…
En la amistad, se toca el
amor.
Muchos amigos se quieren como hermanos… Nos
gastamos bromas, que se perdonan, nos hacemos confidencias, nos mimamos un
poco…
Si se
traspasa la amistad, la amistad se transforma…
Sucede cuando alguno de
los dos, empieza a querer al otro de modo distinto, y el amigo o la amiga se
enamora y quiere al otro como amante…
Cuando, en ambas partes, hay una atracción que no
es la meramente de coincidencia de ideas, de actividades, de pasatiempos, de
gustos, metas, cercanía, etc., etc., y se añade el ingrediente que multiplica,
el atractivo físico, a esa potencia infinita, que conforma el yugo de los
amantes, se puede decir lo de “miel sobre hojuelas”.
Si sucede solo en una
parte, se acaba la amistad, porque al enamorado o a la enamorada, ese amor
rechazado, le duele y, pesa más que la amistad, por lo tanto, deshabita la casa
de la amistad; la deja vacía, y queda un sabor amargo que siempre vuelve,
cuando se recuerda, simplemente, el nombre de quien le ha rechazado como
amante, como enamorada o enamorado…
No está
de más recordar que alguien dijo que estamos aquí, para procurar ser felices.
Reponernos y tratar de conseguirlo, debe ser uno de nuestros empeños…
Una suerte de felicidad empieza por tener la vida
ocupada. Tener un cajón o una mesa de sastre, (o desastre), nos ayuda a
planificar unos ocios variados, que nos sirven para seguir…
Alicante 31 de Diciembre de 2012
María
Jesús Ortega Torres