lunes, 28 de julio de 2014

MALOS TRATOS




MALOS TRATOS

 (Hojas de ensayo)

       Maltratar es actuar con violencia física o psíquica, también es actuar con las dos clases de violencia a la vez, contra una persona a la que se creé más débil e indefensa. La persona indefensa, es víctima involuntaria del maltratador,  y si persiste el maltrato y sigue a su lado, es de algún modo culpable, ya que hoy en día, - en España-, llamando al teléfono habilitado para ello, 900 200 999, se terminan los malos tratos, con la buena voluntad de que así sea y se decida, que en ese momento se empiece una nueva vida, aunque como es de suponer, no es tarea fácil. Reconstruir una vida es  una labor muy difícil.
         El maltrato puede ser hacia cualquier persona: hombre o mujer, anciano o niño y se diferencia de la violencia de género porque éste tipo de violencia, es ejercida a cualquier persona, sobre la base de su sexo o género que impacta, de manera negativa, a su identidad y bienestar  social. Por el maltrato, se llega a la violencia de género, siendo la mujer, la más afectada, aunque también hay violencia de género hacia  el hombre.
         El maltrato es una forma de mala educación. Una persona educada “sabe estar”, y en todo momento, sabrá dirigir la  situación sin herir al otro o a la otra y así solucionar las cuestiones, pero además de una buena educación, entran  otros factores que van a anular la educación.
         Desarrollar cada uno de ellos, por separado de lo que además de una falta de educación, no digamos de delicadeza, puede llevar a un maltrato, daría lugar a otros temas. Hesse decía que el ser humano es una cebolla de muchas capas, y es cierto porque somos muy complejos, dentro de nuestra simplicidad, y cambian las circunstancias y con ellas todos nosotros lo hacemos.
         El diálogo es un pilar importante en el intento de la reconstrucción de una pareja, una familia, unos hermanos, unos estudiantes, unos empleados… Con el diálogo entre las dos partes, solos, o con un mediador, a veces se produce el efecto deseado y se vuelve a la normalidad, depende, claro, de si la parte maltratadora, no tiene ya viciado su comportamiento, por problemas de personalidad, que pueden ser de muy variada índole y que van desde un complejo que se puede corregir con entrenamientos adecuados, drogas y hasta una psicopatología que también se puede curar. Lamentablemente, quien es difícil de curar es la persona que es psicópata, ya que ésta, no tiene conciencia del mal. Su “ego”, está trastornado, y con unas  obsesiones distorsionadas y continuas, que  le impiden ver que está obrando mal, y que está, con su comportamiento, produciendo  la infelicidad en su entorno y en la sociedad…
         Desde la perspectiva de espectadora, la figura del maltratador, aparece como “dominante” y la figura de la persona maltratada aparece como “sumisa”. Es una relación parecida a un sado-masoquismo, pero no lo es, porque, la persona maltratada, no disfruta con ese poderío maltratador, que la tiene acobardada, asustada, y como maniatada, porque, sin causa visible, le cuesta moverse para terminar con la situación agobiante  que no la puede hacer feliz, solo a veces, pasa como en las personas que son secuestradas, y acusan, también, el “síndrome de Estocolmo”…, los secuestrados se ponen del lado del secuestrador…, la persona maltratada se pone del lado de su verdugo. Otras veces se acostumbra.
         El hecho de los maltratos, que va contra la razón, la paz, la familia, la sociedad y que hace desgraciados a tanta gente y que produce tanta muerte y desequilibrio, se hereda, porque en las familias en donde ha habido uno de los progenitores, como maltratador, los hijos o algún hijo, han aprehendido la actitud de su progenitor o progenitora y sigue el modelo en su propia familia, en su trabajo, en  la sociedad…, y no es una actitud privativa de las  clases humildes. Las clases sociales más privilegiadas, también los sufren y es  la suficiencia quien se pone del lado del maltrato: “por mí no te falta de nada”, “todo me lo debes a mí”. Esta especie de maltrato por un exceso de suficiencia, rebaja a la otra persona, y le hace  sentir muy mal.
         La fuerza, es una de las características que distingue al hombre de la mujer, y en la relación de pareja y de familia, la suele usar desde tiempos arcaicos. Yo recuerdo en mi infancia aquellas viñetas de trogloditas en las que el varón, después de haberle asestado un buen garrotazo a la fémina, la arrastraba del cabello hacia  la choza o cueva, eso sí, con una mano el pelo…, con la otra mano, seguía empuñando el garrote. En la mujer no es la fuerza lo más característico; sí la ironía y el sarcasmo, el sacar trapos viejos a relucir, por su memoria sin igual a la que ayuda el rencor, son sus armas favoritas.
         En el ser humano, el sentido de la posesión está igualmente distribuido en hombres que en mujeres. Hacer solo “nuestro” al hombre elegido o soñado, es  la ilusión de toda mujer,  e igualmente pasa con el hombre. Él siente como suya a la mujer que ha elegido, lo que ocurre es que en muchos hombres se da la circunstancia de desear a varias mujeres a la vez y su deseo por las otras es más fuerte que  la posesión por una. Lo que es evidente, es que cuando se acaba el deseo por la que tiene, por la suya, el varón que no tiene la propiedad o la gracia de la resignación, puede convertir su hogar en un  infierno y si por circunstancias no se puede dar la separación esa unión es infeliz. En el menoscabo del deseo, se da mucho el mal trato, tanto en una parte como en otra de la pareja. Si hay otra persona de más interés, puede venir o el menosprecio o  el disimulo, dos factores que deterioran la relación de pareja.
         La falta de deseo puede venir de una decepción…, la otra persona, no es como creíamos, nos ha defraudado…, se va la ilusión. El amor se va.
         También la costumbre, el hastío que produce la monotonía, son factores coadyuvantes que deterioran cualquier relación, pero no deberían ser causa de maltrato. Tocar el timbre, dar la señal de alerta, cuando se detecta, es un primer paso, luego viene la solución que es, o bien un cambio a mejor o bien, seguir como se estaba, con lo que se toman determinaciones pero no se debe maltratar.
         Cuando el vínculo es muy fuerte o hay un gran enamoramiento por parte de uno de los dos, el reconocimiento de maltrato se hace difícil, y si es denunciado por familiares o amigos que presencian esos picos de desdén, menosprecio, o algún empujón o alguna bofetada en público, siempre sale el maltratado diciendo: “que no, que tienen otras cosas buenas, que ha sido ‘un pronto’,  ya se le pasará el enfado”, “es más bueno que el pan”.
         El amor nos puede dejar si bajamos nuestro habitual estatus, o nuestra economía sufre un quebranto. John Clarke dice que: “Cuando la pobreza entra por la puerta, el amor sale por la ventana”, y aunque no es siempre así, ya que a veces, esta tragedia, une a la familia y a la pareja, el mal humor de no tener lo necesario para vivir, de bajar en la escala social y creer sentir el menosprecio de los demás, hace sentir un menosprecio propio y a continuación el de la pareja.
         El impulso maltratador desde un complejo, que quiere demostrar al otro o a la otra su hegemonía y poder, es queriendo o  sin querer, humillante para la parte que recibe esa actitud de altivez, y que coloca a la parte comparada en situación inferior. También lo vemos en el ámbito cotidiano, cuando alguien quiere hacer uso de su estatus social o profesional y espeta: “¿sabe usted con quién está hablando…?
         Miles de páginas se podrían llenar, enumerando complejos, y son muchos de éstos, los que pueden afectar a una relación, a la  sociedad y en el medio en que nos desenvolvemos, y sabemos que, un complejo de inferioridad, también hace daño en una empresa, cuando quien lo padece, quiere dejar en evidencia a quienes tienen mayores conocimientos y se revela, haciendo  el trabajo más difícil y protestando por todo.
         En general, todos podemos maltratar a todos, pues si no guardamos el respeto debido a quien tenemos a nuestro lado o enfrente, le estamos maltratando y nuestros excesos, que vemos como naturales, pueden ser oprobios, que hacen daño a los demás; debemos considerar que los excesos de hoy día suelen ser, además del abuso de poder, los que se producen por las drogas, ya sean las que requieren un alto poder adquisitivo o como el vino, barato, de tetra-brick, pues todas, además de crear paraísos artificiales, que hacen que la caída sea más fuerte, tienen en común, el efecto y el despertar que puede ser con una agresión peligrosa Tanto las drogas de alto nivel adquisitivo, como las de bajo nivel, han separado a tantas familias, a tantas parejas y  han hecho tanto daño a cualquier sociedad, que en la sociología, que no es una ciencia  pasiva, los sociólogos estarán estudiando, donde fallamos todos: quienes no reflexionan y obran sin pensar y quienes reflexionan un poco y andan con pies de plomo, procurando no salirse de la raya legal, que marca la sociedad civilizada…
         Las estadísticas no engañan, hay muchas más mujeres que mueren en manos de sus parejas, la violencia de género, casi siempre tiene nombre de mujer. Cuando es un hombre la víctima, en muchas ocasiones, la mujer, con ayuda de sus propios hijos, da fin a una dura etapa de malos tratos y violencia, con lo que se puede sentir el grado de culpa del agresor maltratador.
         Si nos paramos un poco a pensar, no podemos comprender, como nos quedamos con lo malo, habiendo tanto bueno en la naturaleza y a nuestro alrededor y creemos que esa desesperación tiene cura, como todo en la vida, aunque no se puede ver nada bello, con la desesperación, antes bien, el individuo, la persona, lo ve todo negro y entra en enfados consigo mismo y con los demás… Esta clase de desesperación, se encuentra en la pareja, en la familia, en los trabajos…, en la sociedad  y aplicar la cura, es cosa de quienes creemos estar exentos o apercibidos de esa desesperanza. También el estado debía poner más medios y anticipándose a los hechos, ir por delante, como hacen los policías, cuando acorralan a sus delincuentes, porque una persona maltratadora es una persona delincuente.

Documentación: Tertulias personales, R.T.V.E., prensa, experiencia profesional.
                         Cita  de John Clarke del calendario “Mirga”



Torrevieja 26/07/2014

Mª Jesús Ortega Torres














lunes, 14 de julio de 2014

EMPATÍA




EMPATÍA


(Hojas de ensayo)


        Esta palabra, la empatía, es, como tantas otras, una palabra, derivada del griego y significa “emocionado”, siendo  la capacidad de ponerse en lugar del otro, para poder sentir lo que siente él. Es un modo de conocerle más, saber qué emoción le embarga y también averiguar sus razones para  reaccionar de una manera y no de otra.
        De vez en cuando pensamos: ¿hay mucha empatía?, ¿nos preocupamos de los demás hasta el extremo de ponernos en su lugar para saber sus emociones y sus sentimientos?, ¿nos transformamos en el otro o en la otra, para conocerle por curiosidad, para paliar sus necesidades o solucionar sus problemas? También nos podemos poner en el lugar del otro cuando le entregan un  premio o gana un maratón y no se ve problema aparente.
        Creo que en la vida que llevamos, de prisas y stress, y como nota dominante, el egoísmo natural algo aumentado por la falta de tiempo, son pocas las veces que nos paramos a pensar en el otro, mirando su ombligo, no el nuestro, que aunque termine por aburrirnos, nos lo miramos como si se tratara de un espejo en donde nuestra imagen tratamos  que salga perfecta o al menos favorecida.
        El involucrarnos sin quemarnos, como la mariposa inteligente ante la llama, es muy difícil; a veces, tenemos tanta curiosidad, que no podemos dejar de implicarnos demasiado, aunque lo ideal sería no la curiosidad, sino la decisión de sacar a alguien de su embrollo, siempre que conozcamos el problema, o bien por experiencia o bien por conocimientos adquiridos con estudios, lo cual nos hace válidos no para experimentar como si de un conejillo de indias se tratara, sino para ir directos, aunque sin hacer el problema nuestro, y así alcanzar el objetivo de ayudar, si fuera el caso.
        No es un juego la empatía, ya que tenemos unas circunstancias distintas, todas las personas y distintas son las reacciones, los modos de abordarlas y también, las conclusiones.
        Charles Chaplin, el magnífico actor dijo que: “Todos somos aficionados: en nuestra corta vida no tenemos  tiempo para otra cosa”. Que esto lo  dijera uno de los mejores actores habidos y por haber, nos da idea de su modestia, pero también si nos detenemos a meditar, en lo que su carrera de actor, escritor y músico fue, vemos la entrega de una vida a la sociedad que reía y lloraba con él, por él  y por sus personajes llenos de realidad y en los que brillaba  la empatía.
        Entre otros, son los científicos, médicos, enfermeras, escritores, maestros, periodistas,  actores…, quienes nos sorprenden  todos los días con su empatía hacia los demás y su entorno y que con su saber hacer nos comunican, tocando nuestras fibras y que con su gran poder de comunicación, nos hacen partícipes y pueden sensibilizarnos.
        En la primera célula social, que es la familia, una educación personalizada y empática por parte de los padres hacia los hijos,  y empática de éstos entre sí, mejoraría la convivencia desde la cuna hasta la adultez y también a la sociedad.
        El periodista y también, magnífico escritor Manuel Vicent, ha dicho: “El hombre es una breve aventura química sin sentido”. Me parece muy decepcionante, deprimente y frío este pensamiento de este articulista que leo con frecuencia, así, sacado de la hoja de un almanaque y sin el ropaje de su contexto… El ser humano solo, no puede saber de la bondad del otro, de su inteligencia, de su amor…  La empatía no puede caminar sola. El ser tampoco. Solos no tendríamos la posibilidad de dar, de transmitir todo el caudal de afectos y de conocimientos, que llevamos dentro, tampoco de recibir. También lo referente a nuestra parte negativa…
        De alguna manera lo hemos de volcar  en alguien; si nos lo quedásemos solo para nosotros, nos pesaría, y si se tratara de alguna rencilla, hasta nos ahogaría. Todos necesitamos a los demás, pero pocos tienen la valentía de expresarlo. El hombre “solo”, puede ser una breve aventura química sin sentido, pero en la célula familiar y en la sociedad, puede transmitir y  apoyar al otro…, ahí tendríamos a  la empatía.
        No podemos pasar por la vida sin demostrar que, no solo, somos unos millones de células más o menos coordinadas, que realizan un trabajo llamado función.
        Podemos tener empatía aunque no conozcamos en nuestra propia piel el problema del otro, o de un grupo de la sociedad. En realidad, todos somos iguales y distintos a la vez y esta dualidad que acompaña a todos los seres humanos, constituye la evocación del otro o de nosotros mismos y la empatía nos permite entrar y de algún modo administrar lo que ocurre al otro lado de nosotros, o bien a una persona, o bien a nuestro entorno.
        Antonio Muñoz Molina, en su novela de 1994, “El dueño del secreto”, nos hace partícipes de las desventuras y aventuras de un protagonista, estudiante de dieciocho años, en un Madrid, que, en plena dictadura franquista, lo recibe sin medios económicos, y por lo tanto pasando muchas necesidades. Leyendo  la novela, tenemos el sentimiento de “¡ay…, por nadie que pase”!, un sentimiento empático, porque el señor Muñoz Molina, nos sabe transmitir el clima en Madrid de  los años setenta del franquismo, en donde imperaba la ley del silencio… O andabas  con cuidado o te podía costar la libertad o la vida y esto nos hace pensar que el poder de unos pocos, podía más que el sentir de todos, exceptuando a los advenedizos al régimen. También nos hace pensar en nuestras propias vivencias.
        Yo recuerdo esas tensiones en mi época de estudiante de bachiller, y recuerdo a alguno de mis maestros, de izquierdas, que no se atrevían a contarnos en clase la realidad de la situación y abrirnos un poco los ojos…, se jugaban su plaza, el pan de su familia y  no era común que nos hablaran de política, por miedo a las represalias.
        En nuestro tiempo actual si pensáramos que podríamos ser más felices de lo que somos, siendo algo más empáticos con la situación de crisis y desespero que se vive, actuaríamos de modo menos egoísta…, no necesitaríamos quemarnos en la llama. Acercándonos un poco veríamos su luz, notaríamos su calor, y, sin cegarnos ni quemarnos, tranquilamente, podríamos adentrarnos en lo que nos cuesta admitir en general…, el sentimiento de quienes no pueden salir de su situación y no tienen a nadie para alentarles.
        La empatía es un proceso que comienza cuando nos damos cuenta que nos tenemos que implicar algo por los demás y si pudiera ser, solucionar cuestiones que no son nuestras pero que las “adoptamos” debido a que nos hemos sensibilizado y no hemos olvidado aquel dicho popular que dice: “Hoy por ti, mañana por mí”, en donde la palabra ayuda se sobreentiende.  
Quizás en mi pésimo latín, suenen mejor, pero significa lo mismo:
“Hodie fio tibi, cras mihi”.

Documentación: Definición en Wikipedia
                        Pensamientos de Charles Chaplin y  Manuel Vicent,  leídos en el calendario “Mirga”.
                         Referencias a  la novela “El dueño del secreto” de  Antonio Muñoz Molina.


Torrevieja 13 de Julio de 2014
Mª Jesús Ortega Torres