DEL AMOR Y DE LA POLÍTICA
(Aproximación a un relato)
(Hojas
de ensayo)
Leo,
estás consternada hoy. ¿Qué te pasa…? ¿Te ha vuelto a ocurrir lo de siempre…?
Sí,
gritas para tus adentros (si es que para los adentros de una se puede gritar):
“Se ha vuelto a enamorar de mí un imposible, uno de ‘derechas’, y yo soy de
la izquierda más radical...” Otra vez vuelven a ti, los quebraderos de
cabeza, los problemas de conciencia. A Ignacio se le ve tan vehemente, tan
enamorado… El corte de pelo te favorece bastante y lo has flechado, es todo
tuyo ¡A por él!
Pero
no, ahora, toda tú eres sinónima de la palabra “temor”, además en plural.
“temores…”, y como siempre, te sientes inoculada por un veneno que no te
permite dar un paso, te paraliza…, pero tu conciencia empieza a hacer historia
y a considerar que por una cosa u otra, siempre te pasa lo mismo.
En ti
se da una parecida sensación, a la que te ocurrió cuando te enamoraste de
Felipe. Él era de izquierdas como tú, pero su fama de don Juan, te echaba
siempre para atrás. No era solo fama,
porque siempre que os veíais lo saludaba con efusión alguna chica
distinta y tú, inconscientemente, sabías que te estaban inoculando algún
narcótico venenoso, que despertaba tu conciencia de víctima e impedía tus
movimientos para ir, libremente hacia él, y precisamente, por el efecto de ese
narcótico, no sabías como tirar la piedra y dar la cara. El “quid” de la
cuestión, no se podía resolver, porque él, Felipe, también parecía inoculado
por algún tipo de narcótico que le
impedía lanzarse a ti. Tú percibías su especial interés en todo lo tuyo, habías
notado alguna mirada extraviada y llena de: ¿deseo, ternura, admiración…? No te
daba tiempo a definir esas miradas, eran rápidas y enseguida, él, con otra
actitud, parecía borrarlas. Tú también borrabas las tuyas. Esto a ti te dejaba
sumida en mil dudas. Mil quebrantos y, siempre, con la almohada mojada.
Tenías
poca experiencia, muchos complejos y traumas. Demasiadas depresiones, unas
exógenas, otras endógenas y ellas te minaban el tiempo, tu vida, tus amistades,
tus amores… De éstos últimos, ninguno llegó nunca a feliz término. No siempre
había sido culpa tuya, aunque, en tu fuero interno, reconoces que ponías mucho
de tu parte para que así fuese. Te gustaba demasiado estar sola, más que
sola libre, sin ataduras, sin nadie que
te mandara. Ha habido y hay en ti tantos condicionantes…
Pensabas:
“No
sé lo que hubiera pasado, si mis padres hubiesen sido otros. No los que son, no
los que han sido. Habría tenido otros genes, otra cara, otro cuerpo otra manera
de pensar. Bueno, la verdad es que sería otra…, pero ahora ¡soy como soy!
También además de ellos, entramos nosotros en la formación de nuestra escultura
viviente, con un temperamento que tratamos, todos, de modelarnos aunque la influencia
de nuestra familia y ámbito social, sea influyente e importante. Nos hacemos
responsables de lo que nos legaron, pero
sobre todo de cómo lo hemos procesado y asumido…”
Después
de esta reflexión, que, ¡qué casualidad!, siempre te la haces ante algún problema,
sigues pensando que en tu educación,
faltaron las “artes marciales de la conducta”. Sí, piensas que el ir sin
rodeos, directa al grano del problema o
cuestión, sin inhibiciones, ni pegas, excusas y otras gaitas… entre las que se
debían mencionar tus muchos miedos e inseguridades, sería la línea a seguir
para que se acabaran tus cuitas y problemas.
Ahora
Ignacio viene pidiendo guerra. Le ves algo lanzado porque le has gustado y debe
de estar algo cansado de estar solo; tanto tiempo separado, la vida en
solitario de un hombre, no es igual a la de una mujer, se les llama, a casi
todos “adanes” porque no saben hacer nada; bueno, eso, los de tu promoción,
porque las mujeres de ahora se han espabilado y les suelen poner, a sus hombres, el delantal con
un besito cariñoso, y, vaya lo bien que les sienta…
Pero
volviendo a lo nuestro, ¡a ver Leonor!, ¿te vas a llevar a la cama a ese
Ignacio o no? Me dices que tú tienes conciencia política… ¿Y qué?, ¿no le
encontraste un aire a Felipe? ¿te gusta y no lo quieres reconocer? ¿no me
vengas conque no te gustan los clones…?
¿Se
parece demasiado a tu padre que también era de derechas?, pero tu padre, por
desgracia, hace mucho tiempo que no está, ¿no te acuerdas de que tenía muchas
cualidades y que solo te faltaba, a ti, algo de paciencia para comprender un
poco sus “rarezas”? ¿Cómo, cómo? ¿…qué me dices?, ¿que sus cualidades eran
incompatibles con las tuyas?, pero eso no puede ser, las cualidades siempre son
compatibles. A no ser que pienses que las cualidades de los otros, nos pueden
parecer, a muchos, defectos insalvables. Sí, sí, piensas que he adivinado tu
sentir y que pasa igual que en política, que las proposiciones, a veces buenas,
de unos, sientan mal a los otros. Pero…, ¿sabes por qué?, porque el que propone
quita protagonismo al que hace el papel en ese momento de “escuchante”, de
“educando” y de algún modo, éste, se siente herido en lo que el creé lo más
sublime de su “ego”, su autoestima, pero que es su vanidad, no su
autoestima. Ha pasado y pasa siempre en las células familiares, en los debates
entre contrincantes televisivos, en el Congreso. También veo que en el amor que empieza o puede empezar, se dan
estas cosas, de no escuchar al otro, desprovistas de los ropajes que nos sobran
y la vanidad, que es uno de ellos, mata amores… También el temor es el
principio del fin.
Venga Leo, ¿qué tienes que alegar…? Ahora
me contestas que yo lo que quiero es que padezcas el “síndrome de Estocolmo”…,
Pero si la cualidad del “otro yo”, libre, sin prejuicios, es ayudar, ¿por qué
eres tan obstinada? No hagas como en las familias y el congreso…Escucha,
escucha…, y actúa, o, ¿es que quieres
pasarte la vida viendo las películas repetidas de Paul Newman…?
Fotografía de Platón (Internet)
Alicante Noviembre de 2015
Mª Jesús Ortega Torres
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