lunes, 12 de julio de 2021

AMBIENTES

 



AMBIENTES

 

       ¡Holaaaaa!

Titulo mi breve reflexión como “ambientes” porque de ellos hay muchas variedades y, siendo estos dos últimos años muy especiales en todo el mundo, en toda nuestra TIERRA, por  la intrusión inoportuna del virus mortífero, que se ha cobrado no solo vidas, sino que, nos deja  a personas enfermas y que ha tenido el poder de revolucionar todos los sistemas sociales, desde nuestras esferas familiares a las políticas, industriales, bursátiles y un largo etcétera, y aunque ese etc., lo sabemos suplir con muchos puntos suspensivos, pienso que, cada persona que llegue a estas líneas, los acomode.

Ya sabemos que estamos muy cansados de tanto “bla, bla, blá” por el virus y hartos por la pandemia, y no quiero referirme a esto, sino que, desde su inoportuna llegada a la sociedad que nos rodea a todos, analizar unos “ambientes” y otros “ambientes”, quizá, nos muestre la importancia, en la vida de cada cual, que tiene nuestra particular preparación normal, buena o mejor. He obviado la “mala preparación”, porque creo que es una  predisposición muy circunstancial, y, en la mayoría de las ocasiones, no es voluntaria pues manifestaría que se carece de instinto de conservación, y, ese instinto de conservación, nos puede abandonar en nuestro pequeño círculo poco a poco y según vayamos progresando, o no, en nuestras relaciones particulares, ya sean familiares, amistosas, profesionales o “globalmente” sociales, porque, dependiendo de nuestra empatía, que influye tanto en nuestro comportamiento, afrontar las pandemias de cualquier clase, requiere de unas herramientas muy específicas, y, en los casos en los que aparezca en un ámbito desfavorable, estas herramientas se convertirán en “armas” si en verdad , la persona o su núcleo socio-familiar, no tiene medios o tiene suficientes pero… ¡Quiere aprovechar la ocasión, para más!

                                    ¡YOOOO!

Tengo una casa en el campo. Estaba aterrorizada, porque padezco por mis años, de tantas dolencias que si me tosen o me toca alguien contagiado con ese virus, como ya ha pasado con tantas personas, me encuentran prontito “por el otro barrio”.

       Vaya una gracia, pero decidí aislarme en el campo, porque en mi país, quien manda, es muy joven (bueno, medianamente), y no respeta ni al virus ni a las personas. Él, se basta con “ÉÉÉLLL”. Piensa que solo  nos tenemos que preocupar de lo inmediato, es decir, que no se le pierda el destornillador al mecánico ni la aguja y el dedal a la modista. Cada cual con sus herramientas y “ya se irá el virus por dónde haya venido”. De vacuna ni hablar, pero tengo que dar gracias de que, aunque no ha facilitado las mascarillas, no haya prohibido su uso.

Me asusto por la muerte de varias personas amigas y cojo unos pocos bártulos y me voy al campo, porque allí tengo muchas cosas y solo me voy a llevar, para que no se estropeen, las viandas que tengo congeladas, por si cortan la luz en mi ausencia, y pierdo mi trabajo al prepararlas, que se traduce en mucho tiempo al hacerlo y el dinerillo, bastante, que me costó lo congelado, que “no es moco de pavo”.

                  ¡Qué ambiente tan malo en la ciudad!

 Es demasiado grande y el virus la ha llenado todavía más, pero haciéndola más pequeña. Las partituras, que no se me olviden, me las traje, todas, la última vez que estuve. Solo me resta coger un taxi. No me lo podría permitir pero al no estar muy lejos, no gastaré mucha plata e iré más cómoda y segura. Segura, sobre todo, si llevo “a mano” una mascarilla para el taxista. No es obligatorio e igual lo considera un gasto inoportuno.

                     ¡AAAAYYY! Mi casita en el campo.

Mis bártulos en la puerta, y yo pagándole al taxista. Durante el forcejeo de no querer admitirle la mascarilla que le acerqué y asegurarle que se la regalé para siempre, me viene corriendo y algo azarado, mi vecino de parcelita el Sr. L. y me dice que “me ayuda” a entrar mis cosas.

Al pasar ¡Sorpresa! Está mi casita ocupada. ¡HAY UN MATRIMONIO JOVEN! No llevan mascarilla y se acercan. A su lado, dos niños  de cinco y siete años y uno, el más “peque”, le pregunta a su papá qué quién soy yo. La pareja no ha tenido que forzar mi puerta. Una tarjeta de crédito y seguro que sin débito, ha sido lo suficiente dura, para cederles el paso.

       El Sr. L. me dice que están sin teléfono, por allí, más de un mes y que siente no haber podido llamarme. La madre de los niños me mira con mucho temor y me pregunta…

El caso, es que…, termino de encontrar a una nueva familia que añadir a la mía.

                     ¡Vaya, con las sorpresas de este virus!


Fotografia de Santurde de Rioja

Este relato es ficticio y ubicado de modo fiticio, pero con la realidad de la Pandemia. 

Lo he donado, en este mes de Julio, a la revista "Esperanza Ciegos".

 ALICANTE 2/6/2021

María Jesús Ortega Torres

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

jueves, 1 de julio de 2021

"MAMUTS"

 


“MAMUTS”

Sabía yo, poco de esta fiera.

                         ¿Fiera, fierecilla o fieraza?

Un día como tuve una sorpresa, (ALGUIEN DIJO QUE YO ME PARECÍA A UN MAMUT Y QUE ERA TAN RARA COMO ÉL), me documenté, aunque ya sabía que, en esos momentos, estaban extinguidos y no hacía poco tiempo que lo habían hecho.

                ¡Nooo!

 Hacía, según mi documentación, tres mil ochocientos años y ellos, los “MAMUTS”, se habían convertido en “recuerdo” para quienes los quisieran evocar porque los restos encontrados en distintos lugares de nuestro planeta, habían reconstruido no solo su figura sino que también sus costumbres y, con ellas, la influencia que tuvieron en su tiempo y ámbitos. Todos podíamos saber bastantes cosas de quién en su momento, es decir en la llamada “Era del Hielo”, había sido considerado “el rey de la creación” y, sus dominios extendidos por el orbe, crecían porque se diseminaban por un gran instinto de conservación, tan grande, y mucho más grande aún, que sus ocho toneladas o más de peso. Ellos iban buscando pastos y avanzando.

Recrearlos con la perspectiva de 4,8 millones de años desde su aparición, me parece una tarea mucho más difícil que preguntarme muchas cosas y razones por la supervivencia y extinción sobre un animal que podía alcanzar las 12 toneladas y que pienso que debería dar la impresión de eternidad por volumen, defensas y, por su paso, en lo esencial, discreto (doce toneladas de discreción…), y haber sobrevivido sobre la Tierra 4.796.200 millones de años.

Yo, cuando me miro al espejo y tomo en mis manos alguna fotografía de años atrás, noto unos cambios evidentes, y por lo habituales en todas las personas, no me suelo asustar demasiado, aunque en esos cambios físicos, y psíquicos también, que nos depara nuestro gesto y mirada, la mano del factor tiempo, ha tenido un papel primordial. Aún así, ni en mis fotografías anteriores, ni ahora de frente, y solo con la mano del “Creador”, mas sin ningún cirujano amigo, yo sigo siendo la realidad o la ilusión de una persona, que a la vista de las reconstrucciones físicas de lo que fueron los mamuts, tan similar a los actuales elefantes, aunque los mamuts son lanudos, mi realidad considera que, me faltan, lanas, toneladas de carne dura rebozadas en grasa, cuernos, giba, y, sobre todo, un instinto de supervivencia capaz de saciar un hambre -que no apetito-, de 160 Kilogramos de alimento al día y una paciencia en las gestaciones de 22 meses.

En mi cuenta de resta fácil (4.796.200 millones de años su supervivencia), aunque aún hipotética, por aquello de “somos humanos y nos equivocamos”,  todo lo que nos enseña la vida animal irracional, lo vemos reflejado en nuestra Especie Humana. Con los seres irracionales hay devoradores oportunistas y en nuestra vida racional, ocurre parecido. Los primeros devoran, matando a sus presas para su alimento y unos a otros se van protegiendo y van desarrollando  mecanismos de defensa ante sus predadores. En los seres humanos reinantes, hay crímenes, con mucha frecuencia, por una mala respuesta a hechos que se podrían resolver con nuestra MARAVILLOSA PALABRA. Otras veces, cuando no se mata el cuerpo nos devoran “hasta el aliento” y aunque dejan nuestro "chasis" impecable y como si no hubiese pasado nada, tardamos toda una vida en reponernos y seguir confiando en nuestros congéneres, porque todo nos queda grabado, a veces hasta cristaliza, y se hace muy difícil olvidar y perdonar.

Los "MAMUTS" fueron los reyes en la TIERRA, como nosotros ahora lo somos, y pensando en su fuerte naturaleza que les permitió vivir millones de años, hasta que…

¿Acabó su yantar y se comieron unos a otros?,

deberíamos pensar, que, aún siendo tan fuerte el ser humano, y viéndonos, como PERSONAS, todos nosotros, deberíamos evitar seguir el camino hacia la destrucción, como lo hicieron ellos, y así poder seguir poblando este hermoso PLANETA TIERRA y vivir cada uno de nuestros momentos para mejor. Procurándolo día a día, es posible que lo conseguiríamos.


Fotográfía y datos sobre el MAMUT, tomados de Internet

 ALICANTE 6/6/2021

María Jesús Ortega Torres