“GUERRAS”
Hojas de ensayo
“Dos no se pelean si
uno no
quiere”
DEL REFRANERO POPULAR ESPAÑOL
En
toda lucha por algo, se dan dos o más contendientes. Si son dos, ambos alegan sus razones, que pueden o no, ser
verificadas, y en el primer caso se podrá discernir quién miente y usurpa la
razón al otro y quedará así al descubierto, aunque esto no es tan sencillo
porque hay cosas que no se ven, no se cuentan, se han olvidado o se han
trasformado, según el tiempo que haya mediado. Los condicionantes son muy
importantes y además variables y en una lucha entre dos o más personas, también
las circunstancias de cada cual, pueden
determinar el modo de enfocar las cuestiones o problemas que acabarán con una
resolución a veces justa, y, otras veces no tanto.
Cuando
se nos pregunta que cómo nos va, a
menudo contestamos, que estamos sobreviviendo, ya que nuestra lucha por seguir
en el trabajo, soportar a superiores, iguales y otros
estamentos, a veces cansa, del mismo modo que nosotros cansamos, o podemos
cansar, a nuestros compañeros ya sean
adversarios oponentes, o no. A este esfuerzo
diario, que a veces nos cuesta la salud o al menos la deteriora, lo
llamamos luchar o sobrevivir, y lo hacemos día
a día, con la esperanza de que sea pronto un placer y sin la necesidad de esa lucha,
acaben nuestros problemas; si asumimos que ha de ser así, nos resignamos, porque
todo lo que vale, cuesta un alto precio
que se tiene que pagar. Es nuestra guerra, que dependiendo de nuestro “pasar o
no pasar del hecho en sí”, o lo que es lo mismo, dependiendo de cómo enfocar y
asimilar las críticas que tan solo representan una dependencia de los otros,
muy incapacitante por cierto, nos va a llevar a una más o menos feliz vida, ya
sea familiar, laboral, o social en
general. Es una guerra la guerra de cada cuál, que debemos librar cada día, en
escenarios distintos y con diferentes
personas…, “no somos monedas de oro, para caer bien a todos”, pero tenemos que
desarrollar la capacidad de no oír lo
que no queramos oír o no ver lo que no queramos ver. Hemos de ir a lo nuestro
y, aunque conscientes de que la especie humana, somos de las que más depredan a
sus congéneres, debemos lograr que nos pasen de largo ciertas valoraciones
inoportunas que pudieran tener los demás, sobre nosotros, o de alguien querido
o amigo. No es fácil, pero hay al menos, que intentarlo, porque cristalizar en
las opiniones ajenas y la mayoría de las veces sin fundamento, no es bueno para
nuestra salud mental ni física, ya que todo se somatiza.
En
casi todas las sobremesas familiares,
reuniones de amigos —llámense tertulias—, o incluso en las consultas de médicos
o psicólogos, si les hablamos sobre verdades cotidianas como el despego o malos
“royos” hacia nosotros, de personas a las que de algún modo hemos favorecido, o
al menos no creemos haber hecho nunca daño, sus criterios y últimas
conclusiones —para nuestra conformidad—, suelen ser siempre, más o menos: “no esperes nunca nada
de nadie. Si lo haces irás de sorpresa en sorpresa”. Sí, vamos y vamos todos,
de sorpresa en sorpresa… A veces quienes
creíamos que eran nuestros amigos-as, no lo han sido nunca: ¡nos han engañado!
y, por seguir su instinto no demasiado solidario, tampoco sincero, hemos
descubierto que nunca nos quisieron. Descubrimos por detalles que nos vienen a
la memoria y que vamos pasando y asegurando, como las cuentas de un collar—
para que no escape ninguna—, todo lo acaecido durante la amistad de quien o
quienes han traicionado nuestra confianza, o han usado como arma letal, ese
órgano móvil que tenemos todos en el interior de nuestras bocas, para cumplir
una de sus muchas funciones, la de ayudar a expresarnos, ayudarnos a hablar,
como órgano de la fonación que es.
Al
engarzar todas las cuentas del collar de nuestra experiencia con esa o esas
personas, hay en la mayoría de los
casos, algo muy común en todos: Sintieron
envidia por algo nuestro, quizá lo más nimio y que como, “algo nuestro”,
era innato y nunca le dimos nosotros la más mínima importancia.
Nos hemos percatado, de que sería muy valioso,
cambiar envidia por admiración, y así nos lo hacen meditar en su ensayo “La
conquista de la felicidad”, unas páginas que dedica su autor, Bertrand Russell
(1872-1970) a la envidia y que no tienen desperdicio… Después de definirla como
“una de las pasiones humanas más universales y profundas” y advertirnos que es
la segunda causa de desgracia en el mundo —la primera son las preocupaciones—,
la envidia nos hace desgraciados añorando lo que no tenemos y en vez de
recrearnos y gozar con lo nuestro, el deseo de posesión de lo ajeno, nos lleva a sentimientos malévolos, que no se
pueden decir en alta voz, ya que asombrarían a cualquier persona de modo muy
negativo, con respecto a quien los emitiera.
Un
buen ejercicio, sería el trueque de envidia por admiración, ya que este “deporte
nacional” de la envidia, lleva a quien lo posee a difamar al envidiado, a no
valorarle, y sentirse muy mal ante los éxitos de quien, por sus cualidades y
esfuerzo, ha logrado lo que él aún no pudo
lograr, de lo que nadie tiene la culpa, solo él, y no la persona que se supera día a día, no para
recibir “pompas”, que alguien dijo: “suelen ser fúnebres, la mayoría, casi
siempre”, sino, para su propio crecimiento, resolución de ocios y soledades, y
auto-aprendizaje, que es a lo que lleva una realización y superación continuada
y muy adecuada para cada uno de nosotros.
Creo
que el factor educación es muy importante en esta guerra personal, que todos
debemos superar, y educar, es ayudar a crecer. Es un riego adecuado, desde la infancia, para no ahogar ni secar. Para
que no se tuerza nuestro tallo, y lo haga derecho a pesar de vientos y
tormentas. Ideas firmes, que serán poderosas en nuestra personalidad, para
poder caminar con unos valores, que nos hagan crecer y ser mejores personas,
pensando en lo realmente favorable para nosotros y también para los demás. Es
bueno copiar del otro sus mejores cualidades si vemos que podemos ser iguales
que el otro en lo que le admiramos. No es bueno odiarle porque él las tenga y nosotros no lo hayamos ni
siquiera intentado.
Hay
un refrán que dice: “al clavo que sobresale martillazo”, pero es fácilmente
refutable porque las personas no somos
clavos, y la verdad es que para fijar un
tablón, no hay más remedio que ajustar y clavarlos todos o nos caería encima si
no están todos bien clavados, pero que alguien quiera algo que posee
otro, no debe de obligar a nadie a envidiarle, sino a conseguirlo por propios
medios y admirar que el otro, quizás más precoz o más trabajador, lo consiguió
antes. Se puede abrir la boca por admiración, pero no para morder.
Hay otra lucha importante, que debemos
ganar y es hacer la guerra a la ignorancia. No hay nada que haga más daño que
la ignorancia. El pensar con conocimiento de causa, en cualquier tema de
actualidad, y poder expresar nuestras ideas coherentes, enriquece como interlocutores
a los demás, siendo esto recíproco. Puede ser cualquier tema, igual uno de
alimentación que de política, como de cine…, sobre cualquier tema sobre el que
creamos estar capacitados para formar y emitir criterios, y sabemos que hay
programas de T.V.E, Radio, libros, revistas y prensa que ayudan a formar y ampliar
criterios sobre cualquier tema que hayamos elegido, y hay que huir, como si de un
mal mayor se tratase, de programas y artículos folletinescos y “rosas” que son
auténticos bodrios.
Creo,
además, que el conocimiento de nosotros mismos es muy importante y no es difícil compararnos con otras personas, cuando les oímos disertar sobre
algo y tenemos iguales o distintas opiniones. Un motivo de felicidad o al menos
de satisfacción, es aceptar las ideas
del otro, aunque no las compartamos, y ser conscientes de que la diversidad
crea el mundo.
Estar
en guerra con nosotros mismos, es de alguna manera, sentirse vivos; es percibir
que algo se mueve dentro de nosotros y poder soñar que somos, para nosotros
mismos, los conductores de nuestra propia felicidad o al menos de nuestro bienestar,
y considerar que no nos debemos cansar de seguir sintíendolo.
Bibliografía: Definición de envidia de Bertrand Russell ("La conquista de la felicidad)
Experiencias personales de vida: tertulias, familiares, laborales...
ALICANTE 17/01/16
Mª Jesús Ortega Torres