domingo, 17 de enero de 2016

GUERRAS


“GUERRAS”

Hojas de ensayo

“Dos no se pelean si
  uno no  quiere”
DEL REFRANERO POPULAR ESPAÑOL

        En toda lucha por algo, se dan dos o más contendientes. Si son dos, ambos alegan  sus razones, que pueden o no, ser verificadas, y en el primer caso se podrá discernir quién miente y usurpa la razón al otro y quedará así al descubierto, aunque esto no es tan sencillo porque hay cosas que no se ven, no se cuentan, se han olvidado o se han trasformado, según el tiempo que haya mediado. Los condicionantes son muy importantes y además variables y en una lucha entre dos o más personas, también las circunstancias de cada cual,  pueden determinar el modo de enfocar las cuestiones o problemas que acabarán con una resolución a veces justa, y, otras veces no tanto.
        Cuando se nos pregunta  que cómo nos va, a menudo contestamos, que estamos sobreviviendo, ya que nuestra lucha por seguir en el trabajo, soportar a superiores, iguales  y  otros estamentos, a veces cansa, del mismo modo que nosotros cansamos, o podemos cansar,  a nuestros compañeros ya sean adversarios oponentes, o no. A este esfuerzo  diario, que a veces nos cuesta la salud o al menos la deteriora, lo llamamos luchar o sobrevivir, y lo hacemos día  a día, con la esperanza de que sea pronto  un placer y sin la necesidad de esa lucha, acaben nuestros problemas; si asumimos que ha de ser así, nos resignamos, porque todo lo  que vale, cuesta un alto precio que se tiene que pagar. Es nuestra guerra, que dependiendo de nuestro “pasar o no pasar del hecho en sí”, o lo que es lo mismo, dependiendo de cómo enfocar y asimilar las críticas que tan solo representan una dependencia de los otros, muy incapacitante por cierto, nos va a llevar a una más o menos feliz vida, ya sea familiar, laboral,  o social en general. Es una guerra la guerra de cada cuál, que debemos librar cada día, en escenarios  distintos y con diferentes personas…, “no somos monedas de oro, para caer bien a todos”, pero tenemos que desarrollar  la capacidad de no oír lo que no queramos oír o no ver lo que no queramos ver. Hemos de ir a lo nuestro y, aunque conscientes de que la especie humana, somos de las que más depredan a sus congéneres, debemos lograr que nos pasen de largo ciertas valoraciones inoportunas que pudieran tener los demás, sobre nosotros, o de alguien querido o amigo. No es fácil, pero hay al menos, que intentarlo, porque cristalizar en las opiniones ajenas y la mayoría de las veces sin fundamento, no es bueno para nuestra salud mental ni física, ya que todo se somatiza.
        En casi  todas las sobremesas familiares, reuniones de amigos —llámense tertulias—, o incluso en las consultas de médicos o psicólogos, si les hablamos sobre verdades cotidianas como el despego o malos “royos” hacia nosotros, de personas a las que de algún modo hemos favorecido, o al menos no creemos haber hecho nunca daño, sus criterios y últimas conclusiones —para nuestra conformidad—, suelen ser  siempre, más o menos: “no esperes nunca nada de nadie. Si lo haces irás de sorpresa en sorpresa”. Sí, vamos y vamos todos, de sorpresa en sorpresa… A  veces quienes creíamos que eran nuestros amigos-as, no lo han sido nunca: ¡nos han engañado! y, por seguir su instinto no demasiado solidario, tampoco sincero, hemos descubierto que nunca nos quisieron. Descubrimos por detalles que nos vienen a la memoria y que vamos pasando y asegurando, como las cuentas de un collar— para que no escape ninguna—, todo lo acaecido durante la amistad de quien o quienes han traicionado nuestra confianza, o han usado como arma letal, ese órgano móvil que tenemos todos en el interior de nuestras bocas, para cumplir una de sus muchas funciones, la de ayudar a expresarnos, ayudarnos a hablar, como órgano de la fonación que es.
        Al engarzar todas las cuentas del collar de nuestra experiencia con esa o esas personas, hay en  la mayoría de los casos, algo muy común en todos: Sintieron  envidia por algo nuestro, quizá lo más nimio y que como, “algo nuestro”, era innato y nunca le dimos nosotros la más mínima importancia.
         Nos hemos percatado, de que sería muy valioso, cambiar envidia por admiración, y así nos lo hacen meditar en su ensayo “La conquista de la felicidad”, unas páginas que dedica su autor, Bertrand Russell (1872-1970) a la envidia y que no tienen desperdicio… Después de definirla como “una de las pasiones humanas más universales y profundas” y advertirnos que es la segunda causa de desgracia en el mundo —la primera son las preocupaciones—, la envidia nos hace desgraciados añorando lo que no tenemos y en vez de recrearnos y gozar con lo nuestro, el deseo de posesión de lo ajeno, nos  lleva a sentimientos malévolos, que no se pueden decir en alta voz, ya que asombrarían a cualquier persona de modo muy negativo, con respecto a quien los emitiera.
        Un buen ejercicio, sería el trueque de envidia por admiración, ya que este “deporte nacional” de la envidia, lleva a quien lo posee a difamar al envidiado, a no valorarle, y sentirse muy mal ante los éxitos de quien, por sus cualidades y esfuerzo, ha logrado lo que él aún no pudo  lograr, de lo que nadie tiene la culpa, solo él, y no la  persona que se supera día a día, no para recibir “pompas”, que alguien dijo: “suelen ser fúnebres, la mayoría, casi siempre”, sino, para su propio crecimiento, resolución de ocios y soledades, y auto-aprendizaje, que es a lo que lleva una realización y superación continuada y muy adecuada para cada uno de nosotros.
        Creo que el factor educación es muy importante en esta guerra personal, que todos debemos superar, y educar, es ayudar a crecer. Es un riego adecuado, desde  la infancia, para no ahogar ni secar. Para que no se tuerza nuestro tallo, y lo haga derecho a pesar de vientos y tormentas. Ideas firmes, que serán poderosas en nuestra personalidad, para poder caminar con unos valores, que nos hagan crecer y ser mejores personas, pensando en lo realmente favorable para nosotros y también para los demás. Es bueno copiar del otro sus mejores cualidades si vemos que podemos ser iguales que el otro en lo que le admiramos. No es bueno odiarle porque él  las tenga y nosotros no lo hayamos ni siquiera intentado.
        Hay un refrán que dice: “al clavo que sobresale martillazo”, pero es fácilmente refutable porque  las personas no somos clavos, y  la verdad es que para fijar un tablón, no hay más remedio que ajustar y clavarlos todos o nos caería encima si no están todos bien clavados, pero que alguien quiera algo  que  posee otro, no debe de obligar a nadie a envidiarle, sino a conseguirlo por propios medios y admirar que el otro, quizás más precoz o más trabajador, lo consiguió antes. Se puede abrir la boca por admiración, pero no para morder.
        Hay otra lucha importante, que debemos ganar y es hacer la guerra a la ignorancia. No hay nada que haga más daño que la ignorancia. El pensar con conocimiento de causa, en cualquier tema de actualidad, y poder expresar nuestras ideas coherentes, enriquece como interlocutores a los demás, siendo esto recíproco. Puede ser cualquier tema, igual uno de alimentación que de política, como de cine…, sobre cualquier tema sobre el que creamos estar capacitados para formar y emitir criterios, y sabemos que hay programas de T.V.E, Radio, libros, revistas y prensa que ayudan a formar y ampliar criterios sobre cualquier tema que hayamos elegido, y hay que huir, como si de un mal mayor se tratase, de programas y artículos folletinescos y “rosas” que son auténticos bodrios.
        Creo, además, que el conocimiento de nosotros mismos es muy importante y no  es difícil compararnos con otras  personas, cuando les oímos disertar sobre algo y tenemos iguales o distintas opiniones. Un motivo de felicidad o al menos de satisfacción, es  aceptar las ideas del otro, aunque no las compartamos, y ser conscientes de que la diversidad crea el mundo.
        Estar en guerra con nosotros mismos, es de alguna manera, sentirse vivos; es percibir que algo se mueve dentro de nosotros y poder soñar que somos, para nosotros mismos, los conductores de nuestra propia felicidad o al menos de nuestro bienestar, y considerar que no nos debemos cansar de seguir sintíendolo.

Bibliografía: Definición de envidia de Bertrand Russell ("La conquista de la felicidad)
Experiencias personales de vida: tertulias, familiares, laborales...

ALICANTE 17/01/16
Mª Jesús Ortega Torres