miércoles, 25 de noviembre de 2015

"CORAZONADAS"






CORAZONADAS

(Sentimientos y pensamientos)


                Me llamo Casandra, tengo veinticinco años y tengo un lío mental apoteósico... Estoy enamorada de Telmo y él quiere a otra, no me quiere a mí. Sin embargo, no amo a Juan y Juan me idolatra.
                En mi curro se murmura que la hija del jefe, va a cumplir la mayoría de edad, y que la última que ha llegado a la empresa, que soy yo, va a salir, volando, cuando esto suceda.
                En casa  pasa que, la empresa donde trabajaba mamá, cerró hace ya un año, y si me despiden a mí, el sueldo de mi padre no va a alcanzar para todo…, gastos cotidianos, estudios de mi hermano Moisés, imprevistos… En fin un conflicto tras otro, porque los ahorros se terminarán pronto.
                Moisés va muy bien y sería una lástima que no pudiera seguir estudiando. Me enseñó su incursión como escritor, cuando uno de sus profesores pidió a todos que definieran que es un poeta y mi hermano  escribió:

ES INVIERNO…
Pero el poeta canta a la primavera.

HACE FRÍO. ESTÁ OSCURO…
Pero el poeta canta al sol y a las estrellas.

HOY NO HAY LUNA. NO VEO FLORES…,  solo vientos y tormentas
El poeta canta, canta siempre:
a las nieves, a las lluvias
… a los rayos, a los truenos

a todo lo que se mueva
o inerte permanezca;
y si tiene frío se abriga

y mira la lluvia y la nieve tras el cristal
 y sale afuera…
Y las toca y se moja
como hace con las ideas.

ES INVIERNO Y EL POETA LO CANTA
igual que al verano al otoño
o a la primavera.


                Pensé que estaba bastante aceptable su idea de lo que es un poeta. A sus quince años lo había dejado claro, y todos sabemos, que,  eso de mojarse, no lo hace todo el mundo; a algunos, como a Miguel Hernández, les puede costar la vida…
                Quisiera ser optimista y pensar, que va a poder perfeccionarse y seguir. Sería una lástima que tuviera que quedarse a medias.
                Siempre me he preguntado por qué las desgracias vienen todas juntas. ¿Se atraen acaso, o somos mi familia y yo los únicos que poseen este imán?
               
                La otra noche Juan me invitó a cenar. Le iba a decir que no, pero cuando recordé que en casa, había menestra para cenar, acepté, además, quería comprobar por dónde pintaba la cabañuela... ¿Es eso venderse?, creo que sí y por no tomar menestra aguanté  un beso robado, que me dio  repelús. Sí, el mismo repelús que aún siento ahora, nada más recordarlo. Si en vez de haberme robado un beso Juan, hubiese sido Telmo, ahora estaría muy feliz, porque desde que le conocí, no me lo puedo quitar de la cabeza…, y, con Telmo me acuesto, con Telmo me levanto, y a todas horas tengo su imagen, sus ojos, su voz…, en mi mente. No se despega de mí y aunque por un lado quisiera no tenerle, porque a mi edad, no querría ni imposibles ni platonismos -las realidades son las que te hacen sentir viva y te hacen acumular experiencias muy útiles para saber tomar decisiones-, por otro lado, cuando cierro los ojos y le veo, cuando los abro y le veo, cuando atiendo a un cliente y creo que es él, soy tan feliz, tan feliz, que no quiero que mi ilusión termine. No quiero que se desvanezca esa imagen querida, porque con esa ilusión también me siento viva. No quiero renunciar a algo, que con solo pensar que me puede salir bien, me libera de todos mis males. Mi ilusión por Telmo, es por ahora semejante a una vacilación, que no alcanzo a reafirmar, pero no dejo de tener el dulce sueño, de que, esa ilusión, se realizará.
               
                Ancho y largo es el mundo, si me despiden y ponen, en mi lugar, a la hija del jefe, me voy a enterar, pero creo que también se van a enterar ellos porque ¡a ver…!, ¿sabe Susanita los trucos de una buena vendedora?, pues no. No señor, no los sabe, y yo no se los voy a enseñar. Cuando vean las pérdidas, lo repito: ¡también se van a enterar ellos! Y yo ¡Ah!, estaré trabajando en otro negocio de ventas y mira…, a lo mejor pido un crédito y hasta se viene mamá a trabajar conmigo: negocio propio... Seguro que nos iría bien. Pero, ¿qué pienso, qué digo…? Todavía no ha llegado la hora. ¡Casandra, Casandra, no  le des más vueltas!
                La verdad, es que cuando mejor me siento, es pensando en mi Telmo, aunque no tengo derecho a decir “mi”. Según papá, en el viaje de novios fue con mi madre a ver el relato adaptado para el teatro “Historia de un caballo”, y le hizo mucha gracia el caballo protagonista, echando en cara a los humanos su continuo y excesivo sentido de la posesión y nos ha comentado siempre, que si hasta un caballo se da cuenta de que nos apropiamos de todo como si nos perteneciera y fuera, por derecho, nuestro, cómo es que no nos damos cuenta los humanos de que todo es prestado y de que no tenemos derecho a apropiarnos de nada. Mi padre dice que este autor ruso, León Tolstoi, tenía razón. Nada nos pertenece. Habitamos  la Tierra y la destrozamos con tanto detritus, con tanto incendio provocado, yendo siempre contra la naturaleza, al parecer, detestándola, en vez de amarla con todo lo que recibimos de ella. También pasa con los animales a los que abandonamos cuando ya no nos interesan y si seguimos con las personas… cuanta falsedad…, “te quiero, te quiero, no puedo vivir sin ti”, pero  al día siguiente, “si te he visto, no me acuerdo…” No es mi caso. Yo sé que mi amor por Telmo es para siempre, y sí: diga lo que diga Tolstoi, es para siempre, y sí: también lo quiero mío, porque lo siento mío y de nadie más.
                 Tanto le gustaron a mi padre las ideas del autor ruso, que se aficionó a sus novelas y tanto repitió lo de que “nada nos pertenecía”, que me motivó a leer esa historia del caballo pío Kolstomier, y, la verdad, me impresionó la definición que Tolstoi pone en boca de ese caballo filósofo y experimentado, cuando le hace decir que “mío” es un instinto bestial al que los hombres dan el nombre de “derecho de propiedad”. Por otro lado, no va muy desorientado Kolstomier en sus observaciones, cuando asegura que “la persona que tiene la posibilidad de aplicar la palabra ‘mío’, a un gran número de objetos, es considerada por las otras, como la más dichosa”, y es que ya, en el siglo XIX, la sociedad estaba imbuida de un materialismo que ha ido evolucionando hasta alcanzar un estatus propio, que parece, por desgracia, no tener límites, porque va a más y más… ¡Nunca se sabe hasta dónde podemos llegar quienes nos hacemos llamar personas!
                Pero yo no necesito nada. Nada material…, yo solo lo necesito a él y es mi cultura, la que me hace quererle solo para mí, y veo natural ponerme enferma cuando pienso que cada día besa a su novia, Isabel, y seguro que más de una vez… Si hubiésemos nacido en un país islámico, es posible que aceptara, que el hombre que amo, pudiera tener otras mujeres, porque se lo permiten su cultura o sus creencias, pero es que he nacido aquí... Hemos nacido aquí. Telmo, nosotros no pertenecemos al Islam.
                Isabel ha llegado antes, pero no va a ser la única. Ha llegado antes, pero no va a ser la última… ¡yo me encargaré…!
                Pensar que Telmo puede romper con su novia, me hace feliz. Ella lo podría dejar por otro — creo que eso sería imposible—, o él la podría dejar por otra (no está mal pensado), y esa “otra”… soy yo.
                ¿Cómo podría llegar a mí? Llegando yo a él, y tengo que encontrar el camino, ese camino que ya debe estar hecho en nuestro destino, pero, pasa, que todavía no hemos llegado. Estoy segura de que ese camino existe, lo presiento, y lo veo, pero es un camino difícil para los dos. Tan difícil que todavía no lo hemos divisado, pero tengo que encontrar la solución porque yo te quiero Telmo y pensar que no estás a mi lado, me desespera, me amarga… ¡Ay si supieras, Telmo, lo feliz que me siento cuando veo tu imagen en mis sueños! A veces pienso que la fuerza de mis sentimientos llega hasta a ti, Telmo, y que al conocerlos lo dejas todo por mí y cambias el nombre de Isabel por el mío… Te oigo gritar: ¡Casandraaa, Casandraaa…! y pienso: sigue, sigue, repítelo, repítelo, que mi nombre es muy bonito. Mi nombre es para ti por derecho propio, te lo doy, te lo regalo.
                ¿No lo repites?, ¿estás tú también hecho un lío Telmo? ¡qué lástima! y con nuestros sueldos no podemos ir al psicólogo, para que nos desembrolle esto y nos coloque en el sitio respectivo a cada uno. Mejor dicho: nos coloque juntos, si quieres tú, porque yo estoy segura… ¿Qué cómo estoy tan segura? Corazonadas, yo soy de corazonadas, y sigo con la misma conmoción afectiva que tuve cuando nos conocimos…, tan formal y alegre a la vez, tan inteligente y distinto a todos los que nos rodeaban y además, organizándolo todo con un simple gesto. Sabías estar.
                Supiste, también, en un momento crítico, lo que se debía hacer en la emergencia que surgió en nuestro grupo de senderismo. Imponiéndote, salvaste la vida, o de una silla de ruedas, a Riki, nuestro amigo común, cuando se cayó por un barranco y desoyendo lo que los demás indicaban, esperaste a la ambulancia, y lo movieron adecuadamente. Me miraste, entonces, con una mirada que quedó grabada en mi alma y que no he podido olvidar. Nadie me había mirado así. Hasta ese momento, yo no supe lo que quería, siempre había sabido lo que no quería, y nunca había atinado.
                Es difícil tocar tierra, cuando se tiene un sueño que te parece único, ideal, irremplazable porque te atas a él como a una tabla de salvación, pero hay que tocar la tierra. No me han enseñado, ni me he enseñado a deambular por las nubes…, quizá si fuese una blanca gaviota, o un gorrioncillo…, tan diminuto él, tan sabio…, quizá me iría mejor, pero siempre estoy  en las nubes y, claro,  me pego cada batacazo, que parece de ficción, aunque lo que me duele no es el batacazo, sino lo que tardo en curar…, y la historia se repite, se repite y esto es incorregible, bueno, la incorregible soy yo, porque confundo fantasía y realidad. La  realidad y los sueños en mi, forman un coctel continuo que alguien agita sin cesar para que se mezclen bien… Siempre igual, siempre igual, me repito más que un cromo.
                               Recuerdo que cuando conocí a Telmo, terminaba una relación, casi funesta, con Alfonso, y es que yo no podía continuar así. Nos estábamos haciendo daño los dos. No había comunicación y él se obstinaba en creer que todo lo arreglaba el matrimonio. Las tardes se hacían muy largas. Los paseos eran de piedra y también lo parecían las palabras, porque no brotaban, y cuando lo hacían, brotaban con mucha dificultad, costaban. Creo que fuimos dos seres tan diferentes, que, cuando nos reencontrábamos, éramos como dos extraños que esperan conocer al otro, pero que nunca le pueden conocer, porque, por algo que no alcanzo a saber, no era posible una comunicación entre los dos. No funcionó nunca. Tampoco lo afectivo existió para mí. En mi caso no había llegado el amor y era solo, lo recuerdo como si fuera ayer, hastío lo que me inspiraba la presencia de Alfonso. El atractivo físico que me había motivado y yo sentí hacia él en un principio, se disipó. No fue fácil la  ruptura porque Alfonso “erre que erre”, muy obstinado él, no quería que lo dejásemos, quería seguir. Seguir para no hablar. Seguir para continuar con tardes de paseos de piedra; seguir para la nada… Me amenazaba. Me enseñaba una horrible cuerda, que sacaba del maletero de su coche, y me decía que se mataría si me negaba a verle. Siempre he pensado que dar la vida por los demás, es un acto heroico y digno de admiración, pero claro, solo si  las circunstancias de salvamento o socorro lo requieren, porque, en mi caso, no me hacía nada de gracia la postura de Alfonso, que me tuvo acobardada y sin capacidad de reacción, durante más tiempo del que hubiese querido y  solo pude respirar tranquila, cuando supe que había conocido a otra joven, que lo aceptó y que le hizo desaparecer, afortunadamente, de mi vida.
                Recuerdo aquél tiempo con verdadera angustia, y también mi estado de tristeza continua, que me quitó el apetito y que no solamente me trastornó a mí, sino que tenía muy preocupada a toda la familia. Mi madre, para distraerme, me contaba las historias de los pájaros que habían acompañado a su  abuela durante toda la vida, ya que era muy amante de los animales y su casa y su tienda de ultramarinos en el pueblo, eran el asombro de todos, por la ambientación colorista y sonora que hacía del lugar donde los ubicaba. Los quería tanto que, por su continua e incansable dedicación, los hacía vivir mucho  tiempo. De los diamantes moteados australianos, con sus cinco crías, me contó, que fueron muriendo paulatinamente, pero que el último, “copito de nieve”, vivió diecisiete años. Otro de sus pájaros al que llamaban “maineta”,  era parecido a un mirlo negro, con un pico recto de color amarillo y tenía un silbido tan agudo que se podía escuchar a varios kilómetros. Lo tenía en una jaula de loro, para que estuviese bien holgado y murió de un atracón de lechuga, y entonces me decía a mí que yo comía menos que un pájaro y que si no  comía más, me iba a morir como la maineta de mi bisabuela, pero al revés: por no comer… En fin, me arropaban como a una niña, y estaban pendientes de que no me afectara tanto lo que me estaba ocurriendo con Alfonso.
               
                Los días pasan, y el tiempo parece arrasar hasta con los sentimientos, si no son correspondidos, porque los momentos de dudas, de tristeza y llanto, dejan al alma derrotada, pero a mí no se me apagó esa pequeña luz, que la fe en mi misma, me regala. Hay que creer y esperar que algo pueda cambiar nuestras vidas, un poco a mejor, para que nuestro camino sea más llevadero. No quiero que me invada el desencanto y que mi optimismo se disipe y si no logro que esta borrasca se evapore para volver a sentir alegría, dejando de lado los lamentos y la amarga tristeza, me va a entrar una depresión que no podrá  curar ni el premio Nobel en Psiquiatría — si es que lo hubiera—.
                Me he de motivar para lograr, inmediatamente, lo contrario: buscar las razones para estar bien,  pues las circunstancias de la vida, a veces no te las dan. Si no se ven, hay que escarbar y tratar de encontrar esas razones.
                Pienso tantas veces, que aún no teniendo lo más importante, como es un gran amor, o, como se suele decir “el amor de mi vida”, tengo tantas cosas…, que aunque parezcan estar cogidas, levemente, con hilos, no me dejan  tener, otros ambiciosos deseos que me podrían dañar. Creo que soy bastante positiva y que me levanto de todas mis caídas, en las que la mayoría de las veces, juegan mucho, quizá demasiado, mis distracciones -fantasía/realidad- pero, juegan más, los empujones y zancadillas que recibo, porque yo procuro pisar firme, pero hay “alrededores” que son algo adversos.
                Grito en muchas ocasiones: ¡soy rica, soy rica! … Puedo razonar, tengo un trabajo, tengo mil sueños y tengo con quien soñar. No es una riqueza de oro, pero es de paz, de alegría, de tranquilidad. Sé que nada es eterno, pero de momento, voy consiguiendo mi propia conformidad.
               
                Tengo en mis manos, por vigésima vez, las anotaciones de mis sentimientos y pensamientos, porque quiero añadir que hoy estoy despidiendo el día, algo más contenta, menos preocupada que en otras ocasiones…
                Susana se va a estudiar a América. Por lo visto las últimas evaluaciones de la hija de mis jefes, han sido brillantes, y ella ha elegido la Universidad de Maryland,  para seguir con su formación. Creo que le hacen un examen de ingreso muy fuerte, pero ella es muy inteligente, y seguro que lo pasa. Por otra parte, mis jefes tienen muchos medios, para mandar a Susanita mañana mismo al estado de Maryland o a China… Donde quiera o necesite, se podría marchar.
                 En la vida, no hay nada mejor que tener buen nombre y también tener muchos medios económicos, para poder sentirte bien. Sin eso, apenas eres nada, apenas te puedes relacionar ni conseguir lo que quieres. Hoy día se necesita dinero hasta para respirar y ha representado un alivio para mí, la brillantez de la niña de mis jefes, porque puede solucionar el que Moisés siga estudiando, ya que si no me despiden, él seguirá, ¡claro que seguirá!
                Mi hermano volverá hoy tarde de su partida de ajedrez. Ha quedado finalista porque es muy templado y domina muy bien la intención del otro. Al parecer,  ayer se sintió inspirado por la visión del mar, pues es muy cerca de él, donde tienen las fases eliminatorias del campeonato y me ha dejado encima de la cama un poema sobre el horizonte…
                Lo leo y me asusto. Sus dos primeros versos, me parecen premonitorios al momento sentimental, de incertidumbre, que estoy viviendo…, aunque el sueño del cuarto verso, lo siento como con afinidad a mis pensamientos sobre Telmo, porque es él, el cielo que yo anhelo.
¡Horizonte, horizonte… que lejos estás!
¡que lejos te veo! ¡No te puedo tocar!
Cuando creo que llego, te alejas, te alejas.
Tu sueño es el cielo y quieres llegar.
                Me veo como ese sueño del horizonte que quiere llegar al cielo… ¡ay, ay! ¿Es ésto un desvarío? Mañana seguiré con alguna más de mis impresiones. Creo que necesito descansar.

                Que bien se despierta una, en un sábado de libranza. Sin escuchar el cotidiano despertador y con algo de tiempo para organizar mi jornada de ocio, el no  ir a trabajar te da un respiro que se necesita, como agua de mayo.
                Me he levantado temprano porque quería hacer un poco de “marcha”. Ésto no lo quiero dejar nunca, porque cuando me descuido, subo de peso que es un gusto. Después de otra estupenda ducha, tras mi hora de marcha, me he arreglado y he ido a reunirme con Riki.
                Yo no le he preguntado nada. Ha sido él, el que ha empezado a hablarme de Telmo espontáneamente…
                Isabel, su novia, va a tener mellizos. Telmo está muy contento por esta razón, y dice Riki, que se le nota la felicidad desde una legua.
                Riki, me ha hablado de Telmo y su actual situación. Lo ha hecho como si hubiera adivinado que le había citado para hablar precisamente de él. De el ser que ocupa mi mente todo el día.
                No sé si me cambió el color, pero yo he notado un vahído y un escalofrío, que no se me han quitado en todo el día, y dolor. Mucho dolor.
                Ya no le podré preguntar a Telmo: ¿… me quieres, o tu mirada también fue un accidente, como la caída de Riki?
Cambiaremos. Tendremos que cambiar… La vida consiste en cambiar.

 Mª Jesús Ortega Torres
Alicante, Diciembre de 2013



martes, 10 de noviembre de 2015

"UNA CIERTA EXPERIENCIA"



UNA CIERTA EXPERIENCIA

El ser humano se transforma, día a día.
Sin remedio.  Para bien o para mal…,
yo no juzgo, solo pienso.
De niños, qué lindos somos:
Los mofletes, la sonrisa, una mirada de cielo.
Cuando dejamos la cuna, queremos correr:
¡¡¡¡¡¡¡¡Correeeeemos!!!!!!!
Y así vamos percibiendo, hechos y cosas que pasan.
Muy grabadas quedan dentro:
En nuestra mente, en el alma…
¡Han entrado!
¡Han formado sentimientos!
Y… Crecemos en centímetros, en Kilos y…,
por palabras, por las leyes que hay en el Universo.
Por los desvelos de los otros y algunos desvelos nuestros,
aprendemos y queremos.
Necesitamos a todos, en continuo crecimiento:
Al sabio, sí…, lo admiramos.
Al necio para no serlo.
Y nos mueve la belleza, la ternura y el ingenio,
la elegancia, la cultura de todo lo que queremos,
y si en tu vida lograste, amigos casi perfectos,
te acompañarán en todo:
en lo bueno, en lo mejor. También en lo menos bueno.
Nos hemos transformado todos:
 Niños de sonrisa sincera, de mirada candorosa,
niños de mofletes tiernos,
somos ahora personas…, con una cierta experiencia
y seguirlo siendo, queremos.
Alicante 30/10/2015 
Mª Jesús Ortega Torres

(Fotografía de Aristóteles  tomada de Internet)