sábado, 13 de julio de 2013

El cuento del caracol









EL CUENTO DEL CARACOL           
            Erase una vez una niña, que encontró entre las hojas de lechuga, que iba a limpiar y a refrescar, un pequeño caracol, con un esbozo de casa, ya que tenía solamente, un pedacito de concha en su  pequeño lomo, no la casa completa. El joven caracol, no tenía su hogar terminado.
            ¡Ay…!, se dijo para sí la niña que se llamaba Juanita, “no ha terminado su casa, lo pondré en la repisa de la ventana, para que se vaya marchando poco a poco, como andan los caracoles…, a pasito lento, o quizás en el portal”, pero recordó que en los alrededores habían gatos y que además pasaban muchos pájaros que se lo podían comer, y por tanto, duraría muy poco.
            Entonces pensó adoptarlo. Le puso unas hojas de lechuga que había lavado, para que le sirviera de casa y comida, y lo dejó arropadito.
Juanita visitó esa tarde el ángulo de la pared, donde había dejado al caracol. Iba a ver si había comido, como se movía y como se acercaba a ella. 
           
            Pasó el tiempo y visita tras visita, Juanita quería mucho a su caracol, pero llegó el día en que fue a visitarlo y no lo encontró entre las hojas de lechuga, que le servían de hogar y de comida. Estaba la lechuga pero no el caracol. Juanita se puso muy triste porque le había tomado mucho cariño a su caracol, pero pensó que si el caracol se había ido al campo, quizás sería más feliz y esa idea la consoló.
            Una noche, después de algún tiempo, a la niña la despertó al igual que a sus padres, un ruido fuerte, como de caída y un grito de sorpresa.
            Se levantaron y encontraron en el pasillo, a un hombre tendido con una pierna y un brazo rotos. ¡Tan aparatosa caída había tenido, que no se podía mover ni levantar!. Resultó ser un ladrón, que había quedado “cao” por su caída. Llamaron a la policía y agenciaron una ambulancia. Eran las tres de la madrugada y de pronto Juanita divisó a una familia de caracoles, que paseaban tan tranquilamente y tan felices por el pasillo…
            Habían rociado el suelo con una secreción pegajosa y estaba el pasillo lleno de ella. Esa baba, había hecho patinar al ladrón y su caída, había despertado a todos.
El pequeño caracol, había crecido y formado una familia para salvarles.
Tenemos que recordar, que la naturaleza siempre nos devuelve el bien que le hacemos.


Torrevieja 31/03/2013

Mª Jesús Ortega Torres

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