Nassine
Miro el cielo, amanece, y su base la
forman algunas nubes que, colocadas en forma de largas líneas horizontales y
paralelas, parecen estar esperando las sílabas para unas frases, que no se
debieran salir de la raya. También me recuerdan los raíles de una estación,
cuyos trenes por llegar, nos conducirían a ciertos o inciertos destinos (hasta
el final nadie es dichoso).
Vuelvo a mi infancia. Los “palotes”…
Los palotes y las letras tenían un límite, y las líneas paralelas no los
dejaban salir, de su pequeño ámbito (era antiestético).
Recuerdo una infancia con botas de
agua, chapoteando en los barrosos charcos, con la lucha de cromos de colores y
tabas, en los portales. Con la Hermana Julia cantando “ojos verdes son
traidores, azules son mentireiros”. Mirar este cielo, es ahora volver a
aquellos palotes. Las paralelas están
ahí, recordándome, que también fui niña, que, acaso lo siga siendo
ahora, porque nunca se madura lo suficiente. Las vías también están,
recordándome que he de esperar, y, paradójicamente, que he de seguir avanzando.
Entre amor y desamor, pasa la vida. Nuestras
frases, pensamientos, sentimientos…, no se pueden ni deben salir de la raya.
Miro al cielo. Una vez más, me veo en la tierra, queriendo adivinar, queriendo
vivir tantas cosas que me faltan, que le pido que se me dé el tiempo. Sobre mi
cabeza las paralelas, han mutado, y son
ahora un enorme y contradictorio oso, en posición fetal.
Las gaviotas abandonan el nido en esta
“nubosa” mañana de invierno. Sobrevuelan mi tejado y hasta la próxima noche no
dormirán. Solo se permitirán un leve descanso, sobre las ondas de su mar azul,
su morada…, nuestro Mediterráneo.
Salgo a tomar el sol de mediodía, me
siento en un banco, frente al mar. Pronto, muy pronto, se apunta, al mismo
banco, una paisana que pasea un cochecito de bebé. Miro su carita …, dulce
embeleso, con diez meses, y una tez, café con leche, más tirando a café.
Se
llama Nassine, y me sonríe. Su madre es
blanca, el padre un inmigrante de color.
Sin saber cómo ni por qué, Sandra, que
así se llama la madre de la bebé, me empieza a contar su historia…
--Mis
padres pusieron el grito en el cielo, cuando empecé a salir con Nick. Me lo
presentó una amiga que también salía con un senegalés. Tanto les molestaba que
saliese con él, que con la excusa, de que ganaba muy poco dinero en mi anterior trabajo, me
encontraron otro empleo, en la ciudad, porque una conocida nuestra, se jubilaba
y dejaba su tiendecita de abalorios, que le iba muy bien… Eso, no era mi máxima
aspiración, pero accedí y me fui porque era un modo de emanciparme, y no hay
mal que por bien no venga.
Cuando
marché a trabajar, por supuesto, dejé mi dirección a Nick, aunque los dos
teníamos comunicación por nuestros sendos teléfonos móviles, con los que
ordinariamente nos comunicábamos cuando lo requeríamos uno de los dos. También
estaba Internet.
Cuando llegué a mi destino, estaba
esperándome en la estación, el hermano de Nick, Dylan, del que yo tenía el
teléfono, pero mi novio le avisó de que llegaba en el tren del mediodía y se
desplazó, para arroparme un poco, y de algún modo dirigirme, también, en una
ciudad que yo, no conocía demasiado.
Antes
de marchar le dije a mi novio, que aunque nos separara cierta distancia, no lo olvidaría. Le prometí
una comunicación diaria con el teléfono y con Internet. Le dije que no lo
traicionaría… Él me dijo que cambiaría de trabajo para estar conmigo.
Cuando Dylan se presentó, olvidé todas
mis promesas… Algo ocurrió en mi corazón, que no había pasado cuando conocí a
Nick. Muy pronto advertí que yo tampoco le había sido indiferente a él y me
horroricé de mis pensamientos, porque iba a traicionar a mi novio, nada más
perderle de vista, y, para más inri, con su hermano, que me robó el corazón y
me lo sigue robando… ‘Sus ojos negros, se posaron en mí de un modo tan penetrante,
que me obligaron a bajar la mirada, pues quedé muy turbada. No podía prever que
él sería el padre de mi hija Nassine, pero así ha sido’ ”.
El monólogo de Sandra, prosiguió
cambiando de tono, cuando me contó, lo difícil que fue para ella decirle a Nick
que se había enamorado de su hermano, como nunca le había ocurrido, nada más
verle, me contó como sufrió las lágrimas de Nick en su primera visita para verla,
y como los dos hermanos se despidieron con un abrazo. Me decía Sandra que esas
secuencias de su vida afectiva, las recordaba como si fuesen escenas de una película
dramática, pero, que le pasaron a ella cuando cambió afecto por amor.
“Mis sentimientos por Nick habían
cambiado y me había enamorado de Dylan, con el que caminaba en silencio,
contemplando los atardeceres de la ciudad y mirando juntos las estrellas.
A pesar de las distintas culturas, no
nos costó congeniar. Me acostumbré a sus guisos, así como él se acostumbró a
los míos…
Dylan es artista. Hace con la madera lo
que quiere, pero vende al por mayor sus pequeñas obras de arte, y a pesar de
que yo le insto a que las venda a galeristas en pequeñas entregas, él me dice
que vendiendo a menor precio, su cultura se extenderá más y no corre peligro de
vulgarizarse porque tiene un amplio repertorio en la reproducción de figuras,
que le permite no repetirse…”
Yo, escuchaba su discurso y de vez en
cuando miraba las evoluciones de la pequeña
con su sonajero y me encandilaban sus gorjeos que amenizaban la espontánea
autobiografía, oral, de su madre, que había visto en mí, a una improvisada
confidente de parecidos gustos
mañaneros: el solecito benefactor y una brisa marina estimulante.
Termina su relato, contándome la
llamada y aceptación de sus padres al saberla embarazada, todas sus disculpas
por la tremenda imposición a la que la querían obligar y me cuenta el cambio de
domicilio y negocio a su pueblo de nacimiento.
Ahora, me decía, tengo más variedad en los abalorios, porque Dylan, me
enseña los típicos de su país, que son coloristas y muy atractivos, y hasta me
puedo permitir a una ayudante en la tienda.
Me comenta que su compañero ha cambiado
el tamaño de sus esculturas a más grandes, ha conseguido un marchante, y que de
momento, todo les va muy bien.
Yo, al volver a mirar a la niñita,
Nassine, veo en ella el milagro de la vida, que es prodigioso, y también
comprendo, que la firmeza y seguridad de
su madre, en sus sentimientos, son los que han
permitido este milagro…, que la vida siga y que dos culturas tan diferentes, se
mezclen, a pesar de los impedimentos, por algo tan sublime como el amor.
Alicante 27 de abril de 2011
23 de junio de 2013
Mª Jesús Ortega Torres