domingo, 29 de junio de 2014

Reflexiones de madrugada (Crónica)




REFLEXIONES DE MADRUGADA
(Crónica)

         La ciudad duerme aún. El cielo está despejado y un rayo de sol quiere bajar para iluminarlo todo, pero siente pereza. A lo lejos, retumban las pisadas de unos zapatones, que rompen el mágico silencio que nos inunda. También el maullido triste de un gato, hace desaparecer el ansiado silencio.
         Las casas iluminadas, por el rayo de sol perezoso, se yerguen hacia el cielo. Nadie las estorba, nadie las hiere, son de piedra y resisten, aunque el tiempo, quizás a la larga, será quien las desgaste.
         En el Hospital no todo es silencio. También hay dolor con quejas. También hay alegría, cuando el primitivo dolor le ha dejado paso. Hay sonrisas y risas, si todo va bien… Si el camino se tuerce donde no debe, se llena de piedras y hace caer a quién le toque…
         La enferma, mi amiga Carmen, está optimista, ha dormido toda la noche. Deja los sueños para cuando se despierta, tenía prisa por dormir y descansar de la pesadilla de un trombo en una arteria pulmonar; la heparina está haciendo el milagro y pronto seguirá contando años: 95, 96, 97… Ríe cuando  le leo lo que he escrito, está ahora feliz, las enfermeras y auxiliares hacen su trabajo y recogen muestras de “detritus”. Son necesarias para analizar que todo, por dentro, va bien. Carmen se siente sola a veces, y cuando está en compañía se le olvidan las penas y la enfermedad que la ha llevado a una habitación de Hospital. De ésta va a salir… y va a quedar mejor que estaba y con más seguridad en su estado físico, ¡mágica medicación, mágico oxígeno, mágicos cuidados!

         Yo quiero pintar un  paisaje de tejados marrones que bostezan libremente, sin miedo a  la reprimenda de mamá o papá. Ellos, los tejados, no tienen manos para taparse la boca, tienen por debajo unos techos y ventanas por donde se concentra y sale al exterior el bullicio familiar, la música de un aparato de radio o la nueva noticia que va a marcar el día o la noche, para bien o para mal… Las terrazas, espaciosas,  acogen ropas limpias que se secan al sol y a la luna, también trastos viejos, y, de vez en cuando, acogerán  juegos de niños.
         Ahora ya hay luz, tan necesaria para seguir, para vivir, para sentirnos bien, porque la oscuridad nos permite descansar pero la luz, la claridad nos permite vivir y notar la perspectiva de  la vida… Otro  día, otra noche pasada. Parecen iguales, pero son distintas; al igual que todos nosotros, los días cambian y ninguno es igual al otro, como tampoco ningún pensamiento nuestro ni ningún minuto vivido, es igual a otro… A veces vivimos con alegría, otras con pena, puede que con talante de triunfalismo, puede que con miedo; hay muchas formas de contar los minutos y las aprovechamos todas. Somos distintos en cada circunstancia y conseguimos serlo sin ensayar. Nos sale espontáneo, llevados por el momento presente, a veces rememorando el pasado y también, presagiando el futuro.
         Anoche el castillo de Santa Bárbara, estaba tan iluminado que además de él, se percibían los alrededores, igual que ocurre en un mediodía de Alicante soleado, tal era el efecto de su luz artificial, acompañada de la también iluminación amarilla resplandeciente de las ventanas que parecían ascuas. Antes de dormir, la ciudad habla. Las reuniones nocturnas, son el resumen del día de todos los miembros de las familias. Se apagan las luces cuando todo está dicho y hay que descansar. A veces queda planificado el día siguiente, que será breve y pasará volando… A mí el Hospital, me recuerda mi no muy lejana vida laboral: el vivir para el trabajo. Las noches en vela, esperando enfermos que súbitamente entraban en tu vida, para, poco después, abandonarla acomodados en una planta. La enfermera de urgencias es la que acoge y después distribuye a su lugar adecuado a cada cual. 
       Carmen estuvo todo un día en “Urgencias”, en donde la “chequearon” bien, y fue por la noche cuando la destinaron a su planta, la de “Neumología”, en donde, afortunadamente, resolvieron el problema, que le  pudo costar la vida.
         El estar en el Hospital, me ha recordado mis caminatas de “Box” en “Box”… Ahora con otras  actividades, intento llenar una vida, que sin  ellas estaría medio llena, porque la otra mitad  soy yo…, y suplir esta profesión por otras cosas, es casi imposible porque siempre queda el gusanillo de la ayuda, del afecto y agradecimiento del enfermo. Del correr de “arriba para abajo y de abajo a arriba”, de: ¿se salvará o no…?, de: “estas venas son muy difíciles”, “las he perdido…, las he encontrado”.
Y más cosas, más…, que he vuelto a recordar, en estos días.
Alicante 12/06/2014

Mª Jesús Ortega Torres

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