LEER, ESCRIBIR…
(Hojas de Ensayo)
“Uno
llega a ser grande por lo que lee,
no
por lo que escribe”.
JORGE LUIS BORGES
“Nadie te recordará por tus pensamientos
secretos. Pide al Señor la fuerza y sabiduría
para expresarlos”.
GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ
Leer
un libro, nos da mucho más de lo que podríamos imaginar, porque con solo abrir
sus páginas y leerlo, podemos comprobar que nos transmite experiencias,
sentimientos de alegría, ternura, aversión, pena…, contándonos, a veces
historias divertidas, que pueden ser verídicas o producto de la fantasía de
quien lo ha escrito, representando, todo su contenido, una información
adicional en nuestra vida cotidiana.
La
lectura de un libro, bien elegido por cada uno de nosotros, nos acompaña, nos
ameniza y nos ilustra, siendo, a veces, casi imposible dejarlo, si nos parece
que es muy interesante y su autor,
dominando el arte de narrar, nos introduce en su relato, logrando un
interés por nuestra parte, sorprendiéndonos y haciendo que entremos en su
historia.
Leer
nos ayuda a pensar. Nos ayuda a aclarar nuestras ideas, y también, nos ayuda a
madurar pues muchas veces nos identificamos y podemos conocernos mucho mejor. Con
la lectura, también, se empieza a tener criterio de una forma sencilla, pues coherentemente,
anotamos lo que nos gusta y lo que no. Discutimos con los autores mentalmente y
desarrollamos nuestras propias ideas.
Cuando
estamos formando nuestro criterio se siente, frecuentemente, la necesidad de manifestarlo y comunicarlo a
otras personas. La forma de expresar nuestras ideas de modo escrito, es muy
comprometida y requiere de una responsabilidad. Es la historia, que guarda bien
la memoria, quien nos recuerda la influencia de los escritores en la vida política y social de todos los
pueblos y la repercusión de sus ideas, con su lucha continua, para poder expresarse
libremente.
Los
buenos literatos, tratan de cambiar lo malo que tiene el mundo, de un modo no
cruento, y además, nos transmiten su criterio sobre lo que no está bien, y por
medio de metáforas, nos hacen sentir evidencias, que con nuestra normal
sagacidad, quizás no apreciaríamos. Ellos son testigos de la historia y grandes
agentes en la evolución de los pueblos.
También
se plasman en los libros, la ternura, el
amor, y se crean historias que se han hecho inmortales, por el buen oficio de
quien las ha escrito y que aunque las
hayamos leído más de una vez, sus
peculiaridades nos parecen siempre nuevas y sorprendentes.
Hoy
en día, escriben a la misma altura,
hombres y mujeres…, no ha sucedido así siempre, ya que como todos sabemos, en
nuestra cultura occidental ha existido siempre un límite para la mujer, la cual, hasta el siglo
XX, no logró la suficiente autoridad y
credibilidad para que su palabra brille por ella misma y que sin utilizar
ningún seudónimo, se pudieran manifestar sus pensamientos. Sigue estando
vetado este privilegio a las mujeres de otras culturas, a las que se les niega el derecho a expresarse
y que cuando lo hacen, queriendo definirse libremente, son recluidas o
perseguidas y sus pensamientos escritos son destruidos.
No en
todos los lugares hemos evolucionado de igual modo, pero las mujeres, aunque
muy lentamente, vamos encontrando un lugar
en nuestra cultura. Si queremos saber, leemos, observamos, aprendemos… Ya
Sócrates sentenció: “Solo sé que no sé nada”.
Si volvemos la vista al siglo XIX, nos
encontramos a escritoras que tuvieron que utilizar seudónimos con nombre de
varón, para poder publicar sus historias, sus pensamientos y sus denuncias.
Entre
estas mujeres están George Sand, cuyo verdadero nombre era Aurora Lucille Dupin
(1804-1876), pero que con este nombre no hubiera podido editar los ensayos
políticos y de crítica literaria, para los que estaba preparada y que la
llevaron a ser una persona influyente. Fue una adelantada a su tiempo.
Emily
Brontë (1818-1848), tuvo que publicar con el nombre de Ellis Bell. Murió de
tuberculosis, al año de publicar “Cumbres borrascosas”, una historia que sigue
siendo inmortal. Una de sus hermanas, Charlotte Brontë, tiene una de las obras
literarias más importantes de su época: “Jane Eyre”, que escribió por la
impresión que le causó el tenebroso colegio (Clergy Daughters), del que
salieron todas las hermanas enfermas de tuberculosis. Charlotte Brontë
descubrió los poemas de su hermana Emily y, la indujo a su publicación, uniendo
los poemas de ella también.
Tenemos
a la escritora Georges Elliot
(1819-1880), nacida como una, no muy agraciada joven llamada Marian Evans y,
cuyo padre al notar en ella su poco atractivo, la formó para que se defendiera
sola por la vida. Escribió varias
novelas, pero los escritores Martin Amis y Julian Barnes, están de acuerdo al
considerar como tantos lectores y seguidores de la Elliot que su obra: “Middel
March”, no solo trata de la vida rural
en un pueblo imaginario en la época victoriana, sino que es la mejor novela de
habla inglesa que se ha escrito, ya que toca, igualmente, temas políticos y
muestra el conocimiento de la autora de la sociedad de su tiempo. Marian Evans,
tuvo que cambiar su nombre por el de un hombre, porque tenía una relación afectiva con un señor
casado y temía el escándalo.
A.M.
Bernard, es el nombre que usó Louisa May
Alcot (1832-1888), que nació en Nueva Inglaterra, y cuya obra más importante
“Mujercitas”, es autobiográfica. Fue enfermera durante seis semanas, en el hospital de Georgetown, y de su experiencia
como tal surgieron unas cartas, en donde se apreciaba su gran capacidad de
observación y de ironía al resaltar la
organización del hospital y la conducta de los médicos. Esas cartas tuvieron
una gran acogida por la crítica de su tiempo. Otra de sus obras importantes es
“Moods” (Modos de ser).
En
todo el mundo, hoy en día, existen miles de mujeres, que detectan, al escribir,
y detallan muy bien con su aguda sensibilidad, el pulso del mundo. No son meras
espectadoras. Son actoras que tienen voz, en este escenario variante de la vida.
Escribir
nos lleva a documentarnos y por ello, siempre es muy necesario leer… Comprobamos datos, recordamos
sentencias, revisamos biografías. Todo en pro de la escritura, porque ésta ha
de ser lo más veraz posible. Al escribir volvemos a recordar y aprendemos cosas
nuevas.
Si
queremos que se transmitan nuestras opiniones, debemos escribir. Dejar pasar
los hechos es fácil. Escribirlos y dar nuestro testimonio es comprometerse.
Termino mi exposición con un proverbio árabe:
“Libros, caminos y días, dan al hombre sabiduría”.
Documentación:
“Wikipedia”
“El País Semanal” del
12/10/2013 --Silvia Alexandrowitch —“Letras andróginas”.
Tertulias, clases, talleres de
literatura de la U.A. (U.P.A.), y experiencias
personales.
Torrevieja 5/01/2015
Mª Jesús Ortega Torres
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