viernes, 13 de septiembre de 2013

DÍA DE FIESTA EN VITORIA










DÍA DE FIESTA EN VITORIA
        
         Hoy Vitoria está en la calle. Es nueve de Agosto de 2013, y venimos, por vez primera, a esta bella ciudad, elegida el pasado año 2012, Capital Verde Europea.
        Nuestra visita a la ciudad, breve, pero productiva, nos va a confirmar, la razón de este honor, y nos va a dejar con la boca abierta. Tanto su cinturón verde con sus parques, como su gente, alegre y festiva, en el último día de sus anuales celebraciones, y el CELEDÓN con su paraguas, colgado hasta la una de esta madrugada en la torre de la Iglesia de San Miguel y que se divisa en la Plaza de la Virgen Blanca, representan a la cultura alavesa. También son parte de su cultura sus limpias y espaciadas calles, sus edificaciones, y monumentos, incluidas iglesias y catedrales, como también el culto a sus escritores, que percibimos al encontrarnos con la escultura, en el bello parque de la Florida, de Ignacio Aldecoa, quien nació en Vitoria en 1925. Su muerte prematura a los 44 años no le impidió  pertenecer a la generación de “los cincuenta”, y sus cuentos y relatos han trascendido por ser un retrato de la sociedad pobre y necesitada de su tiempo, y haberlos sabido narrar como muy vividos por él. En el nº 9 del Paseo de la Florida, pudimos admirar la casa de cultura que lleva su nombre y que es además biblioteca municipal.
        Nada más llegar a Vitoria, nos dirigimos a la Catedral de  María Inmaculada, que me parece de un neo-gótico algo austero, pero de una elegancia muy peculiar, no solo por la sobriedad de sus altares, también su justo espacio le da un toque personal. Llama la atención su proyecto, que se nos presenta en una maqueta a la entrada, y que da idea de una catedral que nada tiene que ver con la que estamos viendo, pues es, dicha maqueta, como cinco veces mayor. Esta catedral, se hizo en tres etapas, siendo una de sus riquezas, las esculturas que posee y entre los retablos, el de San Bartolomé, cuya imagen central le da nombre, es rico en color y oro. Sus esculturas y las pinturas que lo componen, tienen un gran realismo.
        Formando parte de la catedral, llamada también “Nueva”, el Museo Diocesano de Arte Sacro, que situado en la girola, muestra esculturas labradas en piedra de los siglos V al XIII, pinturas en lienzos del barroco, imaginería y tablas de madera del gótico, objetos litúrgicos de plata, desde los siglos XIII al XX, casi todo donado a la catedral por la diputación foral de Álava, alaveses con cargos políticos, o sencillamente, pudientes. También de otras iglesias y el obispado.
        Tras la visita anterior, recorremos Vitoria en el pintoresco tren, que se ha habilitado para tal fin, sorprendiéndonos, la belleza de la ciudad y su cinturón verde, poblado de arces, espinos, enebros, ciruelos, endrinos, nogales…, que además, han sido adoptados en los espléndidos caseríos y chalets, que dejamos a nuestro paso, y que, adornados con gran variedad de flores, llenan de color y agradable aroma nuestro camino.
        Se nos pasa la mañana en un suspiro, sentimos que no  podremos ver todo lo recomendado por amistades y catálogos de turismo, en un solo día, y antes de sentarnos a comer, recorremos el “Parque de la Florida”, bello, y muy limpio, al son de la música de su “Glorieta”, que nos regala temas regionales y festivos, que nos alegran.
        Hace ya un buen rato que nos hemos quitado las chaquetas, Vitoria- Gasteiz, tiene sol. Fresquito por la mañana pero un luminoso sol de mediodía, nos hace olvidar su bruma matutina y proseguimos nuestro recorrido por el casco antiguo, de cita obligada, con su solera y sus numerosos visitantes. Nos dirigimos hacia la calle Cuchillería, porque querríamos ver “El museo de naipes Fournier”, pero en este último día de fiesta, han cerrado por la tarde y como prometemos volver, lo dejamos para nuestro próximo encuentro con Vitoria, que junto con la Catedral Vieja, llenarán otro día de visita a la ciudad. Nos dedicamos a recorrer este barrio, entonces, de arriba abajo y nos resulta acogedor por la simpatía de los comerciantes y personal de restaurantes y bares, que con grandes carteles anuncian sus productos y los precios en castellano y en euskera. Hay muchos vitorianos y vitorianas vestidos con sus trajes de rayas o cuadros grises o negros  combinados con blanco y tocados con sus pañuelos unicolores, generalmente a contraste. De vez en cuando suena una música que les invita a bailar y aceptan…
        El las calles del barrio antiguo hay vendedores que nos muestran sus objetos de artesanía, en piel y metales y piedras semipreciosos. Los precios no son elevados y hay gente comprando y muchos - muchas, somos quienes picamos y nos ponemos la pulserita “de la suerte”.
        Hace tiempo que degustamos como postre la tarta de “La Virgen Blanca”, y nos dirigimos con un “hasta luego”, de nuevo al centro de la ciudad y sentándonos en una sombreada terraza, degustamos un rico granizado de limón, que sabe a nuestra tierra: el Levante. Los gorriones campan a sus anchas, moviendo el aire y dando una nota simpática al momento, que con sus evoluciones, entretienen y alargan nuestra conversación.
        Vemos el recorrido festivo de los vitorianos en trajes de campesinos, en pequeñas carrozas, con sus porrones, música, alegría y barullo. Se vive la fiesta y la cantan, tanto ancianos, como niños…
¡¡Tendremos que volver!!

Santurde de Rioja 10/08/2013
Mª Jesús Ortega Torres



        

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